
Altares de fe en la Durango-Mazatlán
A un costado de la carretera Durango-Mazatlán, en el tramo que conecta la capital con el poblado El Pino, se levantan tres capillas que se han convertido en punto de encuentro entre la devoción y el misticismo. Dos de ellas están dedicadas a Jesús Malverde, mientras que la tercera rinde culto a la Santa Muerte.
Las pequeñas construcciones se ubican casi pegadas a la cinta asfáltica, sobre el carril que dirige a la capital duranguense. Los altares son resguardados por las manos anónimas de los creyentes que llegan hasta ahí con fe, esperanza o agradecimiento.
En las capillas de Malverde, los visitantes colocan veladoras, flores y ofrendas. Los creyentes aseguran que el llamado “Santo de los pobres” ha cumplido favores relacionados con la salud, la protección y la prosperidad.

Unos metros más adelante se alza la capilla a la Santa Muerte, que recibe igual cantidad de ofrendas, entre las que destacan frutas, bebidas alcohólicas, cigarros, veladoras y flores. El altar destaca por la diversidad de colores en las imágenes, donde lo solemne se mezcla con la fe intensa de quienes acuden a pedir resguardo o favores.
Cuatro "Niñas Blancas" de tamaño natural reciben las ofrendas, además de otras imágenes que se encuentran en la capilla a la orilla de la carretera.

Los tres espacios, humildes, pero cargados de simbolismo, forman parte del paisaje de la Durango-Mazatlán. A simple vista pueden pasar inadvertidos, pero para muchos se han convertido en parada obligada durante sus trayectos.
Así, entre el sonido constante de los vehículos y la quietud del entorno, estas capillas permanecen como testigos silenciosos de una fe que trasciende el asfalto, recordando que la espiritualidad se expresa de múltiples maneras en los caminos de Durango.







