
Canatlán tradicional
Desde mi llegada a la secundaria Mariano Balleza como maestro de Ciencias Sociales, me comprometí a resaltar la fecha de fundación de mi pueblo; en los primeros años mi labor se centró en la escuela: cada trece de noviembre, después de los honores a la bandera distribuía un tríptico con la reseña de la fundación de Canatlán. Motivaba a estudiantes de esta manera: Muchachos, lleven el tríptico a sus papás, abuelos, tíos. Platíquenles que Canatlán se fundó el trece de noviembre de mil seiscientos veintitrés. Confío en que el mensaje llegaba a los hogares.
El año 2020 no fue mi cuarto centenario de haber sido fundado. Cumplí muchos años más. Las huestes nómadas de grupos originarios plasmaron sus huellas en este territorio antes que los conquistadores españoles. Los acaxees me dieron vida, sin embargo, la fecha de mi primera fundación se pierde en el tiempo. Nací en un vallecito bañado por las aguas broncas que bajan de la sierra, custodiado por medianas elevaciones rocosas, mi nombre: Canatlán "Nido de tierra y agua".
¡Papi, hay luces en el cerro! ¡Qué bonito se ve! Sí hija, así se festeja cada año la Santa Cruz, la fiesta empieza desde el 2 de mayo. Antes el camino hasta la Santa Cruz lo iluminaban con mecheros, ahora lo hacen con focos; es una tradición que tiene muchos años, mañana 3 de mayo, antes de la salida del sol, llegan hasta donde está la cruz. Con mucho fervor cantan "Las mañanitas", el sacerdote oficia la misa, siguen los danzantes. La algarabía se escucha hasta las primeras casas del pueblo. Más tarde bajan hasta el lugar de la fiesta, donde desayunan un rico menudo. Las danzas siguen durante el día; la fiesta se termina en las primeras horas del cuatro de mayo, después del coloquio y el sainete.
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Don Leandro, cómo ha estado. Muy bien licenciao, contesta el entrevistado, me dijeron que usté quería platicar con un servidor. Si señor, de los mayores aprendemos mucho. Pos a ver si puedo ayudarlo, a uno ya se le olvidan las cosas. ¿Usted nació en Canatlán Viejo? Sí aquí nací y creo que aquí me voy a morir. Le quedan muchos años de vida, don Leandro, a ver, qué me puede contar de la Cueva del Tigre. Don Leandro da una profunda fumada a su cigarro de hoja antes de contestar:
Mire licenciao, una vez le pregunté a mi tata: Oiga tata, ¿por qué la cueva del Rincón de Canatlán Viejo se llama la Cueva del Tigre?. Pos te diré, los viejos de hace munchos años decían que allí era la guarida de un tigre y naiden se acercaba. Lo que mi tata me respondió lo guardé en mi memoria, pasaron munchos años, una mañana me despertó mi tata: Liandro, hijo, la vaca Pinta no llegó, vamos a buscarla, a la mejor ya parió, me levanté y agarramos camino.
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Me tocó nacer en el barrio Los Treinta Viejos, mi abuelita atendió a mi madre en el parto. Durante mi vida el barrio ha motivado y cobijado mis sueños. Recuerdo que en mil novecientos sesenta visité por la primera vez Canatlán Viejo, tierra de mis padres y abuelos; sesenta años después todavía recuerdo aquel día: Una gran enramada, hecha con morilletes de pino y ramas de árbol, cajetes de barro con asado de puerco, arroz, sopas de diferentes, los bultos recién salidos del cocedor era el platillo de lujo, especialidad de la casa y producto de la tradición familiar, mi tío Julio Reyes se había encargado de la barbacoa. Los músicos de viento dejan escuchar sus notas, en ese marco campirano se celebra la boda de Herminia y Pedro, que sonrientes siguen el compás de la música y bailan frente al amplio y florido jardín de la casa de Beto Reyes. La fiesta de ese día fue un encanto inolvidable. (Versión abreviada del ejercicio narrativa, en base a los modelos de "La Feria", de Juan José Arreola y "Los recuerdos del porvenir", de Elena Garro).