
Centenario de la Estación de Ferrocarril de Durango
El pasado mes de septiembre nuestra estación de ferrocarril cumplió 100 años. La terminal, inaugurada el 15 de septiembre de 1925, no solo es el reflejo de una época de especial relevancia en la historia de la ciudad, sino que recoge el diseño de un momento coyuntural en la arquitectura mexicana de principios del siglo XX.
Un joven y prometedor arquitecto de la capital, Manuel Ortiz Monasterio Popham (1887 - 1967), fue el encargado del proyecto adjudicado por concurso y aprobado tanto por la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas como por el presidente de la República. El diseño se fraguaría, como muy tarde, en 1917, cuando Felipe Pescador, jefe de los Ferrocarrileros Constitucionalistas de México, mandó avanzar el tendido de las líneas de la vía Cañitas-Durango.
La antigua estación, levantada en 1893 con la llegada de la línea del Ferrocarril Internacional y cuyo cuerpo principal se puede apreciar sobre el Boulevard Estación Central, correspondía a la introducción de las máquinas de vapor en el transporte y la satisfacción de un programa básico de necesidades. Se puede enmarcar dentro de una tipología similar a la de las estaciones de Buenavista, San Lázaro y la Estación-Colonia del Ferrocarril Mexicano de la capital, o la de Monterrey. Se trataba de un edificio regional para cubrir de forma sencilla las necesidades de recepción y abrigo de pasajeros, control y administración de los servicios de los ferrocarriles y de sus máquinas en las instalaciones anejas. La animada actividad de sus viajeros en el cambio de siglo fue registrada en la Hora del tren en Durango, una película filmada por los colaboradores de Tomás Alva Edison. Esta incipiente estación fue reemplazada por una nueva y cómoda terminal siguiendo la tendencia de las primeras décadas del siglo XX y dadas las expectativas industriales, de comercio y tráfico de la comarca.
Dentro de la trayectoria de Ortiz Monasterio, la obra de Durango ocuparía los primeros años de su desarrollo profesional. Fue arquitecto desde 1913 y profesor de la Escuela Nacional de Arquitectura: impartió Estructuras y Materiales de Construcción (1922-1924) y también se desempeñó como director de la institución. Fue precursor en el empleo de nuevos materiales y tecnologías. Ejerció como presidente de la Sociedad de Arquitectos de México de 1923 a 1924 y ocupó el cargo de subdirector de la Escuela Nacional de Bellas Artes durante el año de 1926. Constituyó su propio despacho de arquitectura en donde trabajó con el reconocido calculista Bernardo Calderón y otros arquitectos. Su obra fue muy abundante, reconocida y versátil al experimentar con las distintas tendencias de la arquitectura surgidas en las décadas de los 20 y 30. Realizó importantes proyectos, muchos de ellos en la Ciudad de México, como el edificio alto de La Compañía Nacional de Seguros (1930-1932) construido con concreto armado sobre pilotes y considerado un hito en el comienzo de la arquitectura vertical en la Ciudad de México.
En Durango proyectó una de las estaciones de ferrocarril más elegantes y señoriales de toda la República Mexicana. El encargado de la construcción o maestro mayor fue Mariano Chacón Sosa, un experimentado constructor que ya se había hecho cargo de trabajos locales, como la cúpula del templo del Sagrado Corazón de Jesús y algunas obras en el Seminario Mayor. Los modelos clásicos serían el referente de Ortiz Monasterio para el diseño de un edificio público de transporte: por ejemplo, para la composición de su fachada, hizo una interpretación de la Legión de Honor en París (como bien señaló Francisco de la Maza) y para sus luminarias, se inspiró en las del Palacio Strozzi en Florencia, creadas por Niccolò Grosso Caparra.
Ortiz Monasterio también empleó las novedades técnicas y constructivas del concreto armado y del cristal. Además, aplicó una concepción mecanicista al ornato, es decir, la estructura se vuelve adorno, como se aprecia en las escaleras, las vigas, o los capiteles de las columnas. Esta misma intención aparece en la reforma de la Tesorería de la Federación del Palacio Nacional de México, que transformó en 1924 junto con el arquitecto Vicente Mendiola y que podemos ver en las conferencias matutinas presidenciales: se trata de una gran cubierta plana de concreto armado con magníficas ménsulas que cierra el área de 15.80 x 55.70 metros del antiguo Patio Arista. La terminal durangueña muestra otros rasgos propios de la arquitectura de Ortiz Monasterio, como el manejo de la luz en sus plafones luminosos, los emplomados y las grandes cristaleras, y del color, en la acertada combinación de la cantera con el ladrillo amarillo y otros detalles de delicado cromatismo.
El edificio introdujo las comodidades de su época al incorporar todos los servicios del transporte y de las comunicaciones. El gran espacio interior de doble altura del Hall, con su espléndido reloj Haste y marquesina, canalizaba las circulaciones de los usuarios. El patio frente a la fachada podía albergar holgadamente doce vehículos, o carruajes de tracción animal, en una época en plena transición de la tracción animal a la mecánica. Se accedía a los andenes por los extremos del vestíbulo captando a los viajeros desde dos salas de espera, de primera y segunda clase, dispuestas simétricamente con una capacidad cada una para sesenta personas. Las salas estaban recubiertas perimetralmente con lambrines de madera que incluían asientos y repisas para guardar el equipaje de los viajeros. Dos comedores con un office común daban servicio a visitantes y pasajeros también de primera y segunda clase. El cuerpo saliente al poniente del edificio era una sala de espera especial destinada a las personalidades ilustres que visitaban la ciudad y con acceso directo desde el patio de coches para mayor comodidad y privacidad.
El tránsito desde los andenes hacia la ciudad se efectuaba por el centro del edificio atravesando un amplio arco escarzano. Para comodidad del pasajero, los apeaderos estaban cubiertos con estructuras metálicas sostenidas por largas ménsulas y lámina acanalada, y en las plataformas entre las vías del tren había unos puentes giratorios de madera o hierro para el servicio de carga del equipaje. La planta alta estaba destinada a los despachos de los funcionarios y los numerosos empleados de los Ferrocarriles: Trenes, Vía, Superintendencia, División, Despachadores y Telegrafistas.
Desde el punto de vista urbano, el edificio situado sobre la actual Avenida Felipe Pescador - la antigua calle de Leyva -, enlazaba con la ciudad de manera coherente al integrarse en planificadas conexiones interurbanas y vistas. Ortiz Monasterio desplazó la nueva edificación de 1662 m2 hacia el oriente con respecto a la antigua estación. La alcanzaban perpendicularmente la calle de Zambrano (hoy calle de Zaragoza), del Coliseo (hoy calle Bruno Martínez, abierta en 1917) y de Constitución. La fachada principal coincide con el eje de la calle Bruno Martínez buscando evidentemente una perspectiva para los usuarios. El tranvía, que circulaba por la calle Constitución - una calle principalmente comercial -, pasaba por la Plaza Mayor y alcanzaba los principales hoteles y bancos del centro cívico. El transporte para las labores mineras en el interior de la ciudad era facilitado por un ramal de poco más de un kilómetro hasta el pie del Cerro del Mercado.
La Estación de Ferrocarril significaba la puerta de entrada a la ciudad: la primera imagen del pasajero, del turista o del inversionista extranjero. En ese sentido, evidencia la pujanza y el optimismo de los ciudadanos y prohombres de Durango que deseaban presentarse con distinción y a la vanguardia exhibiendo las últimas tendencias en tecnología y arquitectura.
En las Pláticas sobre Arquitectura, convocadas en 1933 por la Sociedad de Arquitectos de México con el propósito de definir y unificar la ideología de los arquitectos en el debate sobre la disciplina, Ortiz Monasterio dijo en su intervención:
En arquitectura el camino de la belleza es lo útil y lo estable. Sin funcionalismo, es decir, sin crear un organismo que funcione en su parte distributiva, que sea 'lógico' en su construcción, que sea también funcional en sus equipos mecánicos, eléctricos, etc., no se puede llegar a la belleza...
La distribución de los espacios de la terminal y sus relaciones evidencia su planificación inteligente y también refleja un pensamiento teórico. En definitiva, el análisis de sus principales rasgos dentro del contexto arquitectónico mexicano de la época, realzan sus valores y le sitúan como una obra de indudable interés dentro de la Historia de la Arquitectura en México.
¡Celebremos los 100 años del extraordinario edificio que tenemos en nuestra ciudad!
Nota: El libro "La Estación para los FFCC en la Ciudad de Durango. Un proyecto de Manuel Ortiz Monasterio", estará disponible en librerías próximamente.