
Con la satisfacción del deber cumplido
El pasado viernes 31 de octubre terminó mi designación de 7 años como Consejero Electoral. Me quedo con la profunda gratitud por el privilegio de haber servido a mi estado, y la inevitable nostalgia que acompaña el cierre de una etapa tan significativa.
Como aficionado a las caminatas, hay una máxima que siempre me ha guiado: "Dejar el sendero mejor de como lo encontramos". Me voy con la convicción de que dejé mi grano de arena; conté mi asistencia a 412 sesiones del Consejo General, con 384 intervenciones y 956 votaciones emitidas. Presidí, en distintos momentos, casi todas las comisiones del Instituto: desde Transparencia y Partidos Políticos, hasta Organización Electoral, PREP y la de Debates.
Fueron años de retos mayúsculos y logros tangibles. Nos tocó gestionar procesos en la situación inédita de la pandemia por Covid-19, implementando tecnologías a distancia que llegaron para quedarse. Organizamos, por primera vez, el voto de los duranguenses desde el extranjero para la elección de Gubernatura. Fui un férreo promotor de la plataforma "Conoce a tus Candidatas y Candidatos", una herramienta de transparencia que Durango implementó por primera vez.
Tuve el honor de participar en la organización de tres renovaciones de los 39 ayuntamientos, dos del Congreso local, una de la Gubernatura y la inédita primera elección judicial. Cada proceso fue sumamente retador, con sus propias complejidades.
Definitivamente, ser parte de un órgano colegiado es un desafío constante. Cada consejería tiene, legítimamente, una idea distinta sobre cómo abordar los problemas. De ahí la importancia del diálogo que, aunque algunas veces no fue terso, siempre privilegió el interés institucional sobre las visiones personales.
Esta despedida no puede estar exenta de una reflexión sobre el futuro inmediato y los desafíos que enfrenta el IEPC Durango, como un pilar de la gobernabilidad y la paz social en el estado, que navega en aguas complejas.
El mayor reto, y el más apremiante, es su integración incompleta; la falta de consensos en el INE impidió que se designara a la totalidad de las consejerías que deben sustituir a quienes terminamos nuestro encargo. Un Consejo incompleto opera con una sobrecarga de trabajo para los consejeros en funciones (a quienes reconozco su doble esfuerzo) y genera un desequilibrio en la toma de decisiones. La democracia requiere órganos de dirección robustos, completos y con la legitimidad que da un proceso de designación oportuno.
A este desafío interno se suma un contexto nacional de profunda incertidumbre normativa. La discusión de una próxima reforma electoral a nivel federal genera dudas sobre las reglas que habremos de aplicar en los siguientes procesos. Los institutos locales necesitan certezas para operar. Además, persisten retos estructurales como la lucha constante por la suficiencia presupuestal.
Por lo pronto, me voy con la satisfacción del deber cumplido; desde otros espacios, como este que muy amablemente me brinda El Siglo de Durango, seguiré promoviendo la cultura cívica y la participación ciudadana.
X @omarortegasoria