
Síntomas. Las manifestaciones de la neurosis son tan distintas como cada persona que las sufre, al grado de que pueden llegar a ser incapacitantes.
Durante la entrevista en el foro de SigloTV, Miguel habla con la autoridad de quien ha vivido al borde de la desesperación y ha encontrado un lugar dónde sostenerse. A su lado, Lupita asiente con la conciencia silenciosa que solo existe entre quienes han compartido un mismo dolor. Ambos son militantes de Neuróticos Anónimos, parte del Movimiento Buena Voluntad 24 Horas, una agrupación que en Durango cumple 38 años tendiendo la mano a quienes viven atrapados en la neurosis.
La neurosis, según explican, no es solo un término de manual de psicología. Es, para ellos, una enfermedad "totalmente discapacitante", como la define Lupita. Un desequilibrio emocional que mina la salud mental y física, que no distingue edades ni condiciones sociales. Incluso anteriormente se creía que afectaba solo a adultos; hoy, lamenta, también hay niños nerviosos, angustiados, con miedos y ansiedad. La Organización Mundial de la Salud la ha llegado a considerar uno de los problemas de salud más importantes a nivel global.
Miguel recuerda su llegada al grupo en el año 1987. Fue una junta pública como la que se celebrará el próximo 31 de agosto la que lo llevó hasta esa puerta. En aquel entonces, no podía respirar; los médicos no encontraban causa alguna, ni alergias ni asma ni problemas pulmonares. Un doctor, sincero, le sugirió: "sigue yendo a tu grupo, porque yo fui uno de los médicos que te recibieron, te pusimos toda la capacidad del aparato para transmitirte el oxígeno y ni así reaccionabas".
Las manifestaciones de la neurosis son tan variadas como impredecibles, como depresión, insomnio, taquicardias que no tienen causa orgánica, dolores físicos que se cronifican, ansiedad, irritabilidad, agresividad, miedo. En muchos casos, estas molestias empujan a la persona a peregrinar por consultorios médicos, pero no obtienen diagnósticos claros.
"No es fácil que alguien diga 'soy neurótico'; lo entiendes cuando escuchas un testimonio y ves tu reflejo en él", abunda Lupita.
El riesgo de no atenderla es alto. La enfermedad es, advierte Miguel, "sutilmente intensa, progresiva y mortal". Entre los militantes saben que los caminos que se abren sin tratamiento son ineludibles: la cárcel, el hospital psiquiátrico o el cementerio. Por eso el programa de recuperación que aplican en Neuróticos Anónimos no es médico ni religioso, sino espiritual; un método basado en la experiencia compartida, la unidad, el servicio y la recuperación, inspirado en el programa de Alcohólicos Anónimos pero enfocado en las emociones. En Durango, el movimiento cuenta con tres salas: una de ellas está abierta las 24 horas en la calle Zaragoza 101 Norte, entre Coronado casi llegando a Aquiles Serdán. Esta disponibilidad no es un detalle menor, pues una crisis puede llegar de madrugada, en el silencio insoportable de la noche. "Ahí siempre hay alguien para contestar el teléfono o abrir la puerta", asegura Lupita.
Las otras dos salas están en Río Papaloapan 614, de la colonia Valle del Sur, y en la esquina de 5 de Febrero y Porras, que funcionan por las tardes. También existe un grupo específicamente para niños, "Neurateen", que atiende cada sábado a pequeños desde los ocho años. La enfermedad, dicen, es incurable, pero se puede vivir con ella. "Es como la diabetes", ejemplifica Miguel. La clave está en la militancia diaria que implica asistir a las terapias, participar en el servicio, transmitir el mensaje a quien lo necesita y, sobre todo, dejar de pensar obsesivamente en uno mismo para ocuparse de otros.
"El problema del neurótico es el egoísmo. Cuando ayudas a alguien, dejas de pensar en ti y recuperas la serenidad", reflexiona Lupita.Las historias personales revelan hasta dónde puede llegar la neurosis. Miguel describe con crudeza el aislamiento de vivir con las cortinas cerradas, habitación en penumbra, días sin bañarse ni comer, sin interés por nada ni por nadie. Lupita recuerda su paso por un psiquiatra y la medicación, que no le funcionó porque su enfermedad, dice, "era del espíritu". La pandemia trajo consigo un incremento en la ansiedad y la depresión, y la agrupación notó cómo, tras el confinamiento, el dolor emocional se había multiplicado.
En los simposios anuales que organiza el movimiento participan médicos, líderes religiosos y medios de comunicación, buscando ampliar el conocimiento sobre la neurosis. En uno de ellos, antes de la pandemia, ya se advertía que la depresión y los suicidios dominarían el panorama de salud mental. Las cifras de suicidios en Durango, lamentan, han crecido, afectando a jóvenes, adultos y adultos mayores.
Sin embargo, no todos los que llegan se quedan. Algunos, al sentirse mejor, abandonan la terapia. "La mente te dice: 'ya estás bien' y te vas pero luego regresas peor". Otros se resisten toda la vida a buscar ayuda, habituados al sufrimiento. Sin embargo, para quienes quieren un cambio, el programa de recuperación ofrece algo que pocos lugares dan, que es un entorno de comprensión total, sin prejuicios, donde nadie se sorprende de tus síntomas porque los han vivido.
Actualmente, el Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos está presente en varios países de América y Europa, y sus redes sociales difunden el mensaje más allá de las fronteras físicas. La neurosis, insisten, no pertenece a una región pues es un problema de la humanidad. Por eso, el compromiso es seguir hablando de ella y ofrecer espacios donde quienes sufren puedan recuperar su equilibrio emocional.
El próximo domingo 31 de agosto, a las 11:30 horas, en el Salón Durango del Hotel Gobernador, se llevará a cabo una junta pública abierta a todo público. No hay requisitos de edad, religión o condición social, y la entrada es gratuita. "A veces la gente dice 'yo no estoy loco' y se cierra. Pero este primer paso de acercarse puede salvar vidas", dice Lupita.
En esa reunión los militantes compartirán sus testimonios sobre la manera en la que viven su enfermedad, pero no lo harán para buscar compasión, sino para generar la proyección y tender un puente a quien, tal vez, aún no sabe que la neurosis tiene nombre, tiene tratamiento y, sobre todo, tiene una comunidad dispuesta a acompañar cada día hacia una vida más tranquila.


