
'¡Cuéntame más sobre eso!': La (divertidísima) vida secreta de los psicólogos
Ser psicólogo es una de esas profesiones mágicas donde puedes escuchar las historias más intensas del planeta... sin mover una ceja, con tu mejor cara de "ajá, esto es completamente normal"...
Todos los días caminamos por un campo minado de emociones ajenas mientras fingimos con total serenidad, con un café en la mano, una silla cómoda, una libreta llena de secretos y una lista interminable de pacientes que "no tienen ningún problema, pero solo querían venir a platicar".
Mira, si algo he aprendido en la vida es que todos estamos rotos por dentro... y los psicólogos lo sabemos... De hecho, lo sabemos antes de que tú abras la boca, ya lo estamos anotando en nuestra libreta mental: "Cliente con herida de abandono, ansiedad anticipatoria y probablemente hambre emocional."
Los psicólogos no nos enojamos... solo observamos tu reacción, la anotamos en nuestra libreta imaginaria y luego te soltamos la pregunta que lo desarma todo: "¿y cómo te hace sentir eso?" No importa si el paciente habla del apocalipsis o de que se le acabó el café: el psicólogo siempre lanzará la frase mágica. Y el paciente se verá obligado a mirar al vacío durante 10 segundos, explorar sus emociones, y luego responder: "No sé... raro."...
Sin embargo, una mamá mexicana tarda 2 segundos en diagnosticar: "¡Estás deprimido porque no te comes tus verduras!" Un psicólogo, en cambio, necesita 8 sesiones, 3 tests, y una mirada seria antes de decir: "Parece que hay algo que te cuesta procesar..."
La terapia de pareja es adrenalina pura, no es para los débiles. He visto cosas en la terapia de pareja que harían llorar a Shrek. Ahí no hay medias tintas: o sales reconciliado o con una demanda de divorcio. Un psicólogo que sobrevive una sesión de estas sin sudar es básicamente un Jedi emocional. Aquí hay drama puro y lágrimas. Y el psicólogo con su mejor voz de paz, respira hondo, activa el modo zen y dice: "¿Y cómo se sienten al respecto?"
Cuando un psicólogo te dice "no estoy trabajando", ¡miente!. Están analizando tu lenguaje corporal, tus pausas, tu tono de voz... y mentalmente apuntando: posibles traumas con el padre. Un psicólogo puede estar en el súper y notar que elegiste avena sabor chocolate porque estás intentando llenar un vacío emocional con fibra.
Terapia es ese lugar seguro donde puedes llorar, enredarte, culpar a tus papás y luego decir: "¡nos vemos la próxima semana!" con una sonrisa, pues los psicólogos somos como WiFi emocional: estamos ahí, a veces no entiendes cómo funcionamos, pero cuando te faltan, todo empieza a fallar... Ir a terapia no significa que estás roto, significa que estás creciendo... aunque a veces duela como estirón de adolescencia emocional. Los psicólogos no damos consejos, hacemos preguntas hasta que te das cuenta que ya sabías qué hacer... solo necesitabas una hora y $800 para aceptarlo.
Pero, si tú piensas que no necesitas ir al psicólogo porque es para locos, después tu cuerpo te llevará consulta médica y el medico se encargará de derivarte a Psicología. Y sí, los psicólogos podemos parecer tranquilos, sabios, súper centrados... pero en nuestra mente también estamos pensando: "Esta semana necesito tres cafés Cold Brew concentrados, un expreso corto, dos terapias y una limpia energética...".
