
Durango, frente al espejo de un pasado violento
Con el reciente hallazgo de una cabeza humana y días después el cuerpo decapitado en Gómez Palacio, no solo se encienden las alarmas en la Región Lagunera, pues, más que un hecho aislado, remueve la memoria colectiva de las y los duranguenses, y el temor de que regresan a todo el estado de Durango los fantasmas del pasado violento e inseguro.
La escena, propia de los años más oscuros de nuestra historia reciente, nos recuerdan con miedo aquellos años dantescos vividos en los sexenios de los priistas, Ismael Hernández Deras y Jorge Herrera Caldera, cuando, entre la guerra contra el crimen organizado, los ciudadanos de a pie ya no sabíamos cuáles eran los buenos y cuáles los malos.
En aquellos tiempos, la violencia se volvió un paisaje cotidiano: secuestros multiplicados por diez, homicidios al alza, robos con violencia disparados, extremidades cefálicas en hieleras y fosas clandestinas que dejaron cicatrices abiertas en la conciencia social. Durango fue, sin exagerar, un cementerio y un territorio en el que se cometían crímenes que rayaron en actos de lesa humanidad.
Aquel fue un periodo marcado, cuando inclusive hasta el entonces Arzobispo, Héctor González Martínez, quizá hasta rompiendo con el secreto de confesión y apabullado por la cantidad de restos humanos inhumados clandestinamente, aseguraba ante los medios que Joaquín "El Chapo" Guzmán vivía muy tranquilamente en Durango, allá por Guanaceví.
Hoy, la coincidencia de un acto de violencia extrema con un gobierno que aparenta ignorar la realidad de La Laguna de Durango, agrava la inquietud social. Mientras las autoridades de Coahuila endurecen operativos para blindar su territorio, de este lado del Nazas y hasta el Valle del Guadiana se percibe una intención de minimizar o incluso silenciar la realidad.
Aquella región lleva tiempo enviando señales de alerta, como las denuncias de empresarios, comerciantes, productores agrícolas y pecuarios sobre robos, extorsiones y amenazas, que ya no solo han disparado sobremanera la percepción de inseguridad, sino la misma intranquilidad y el enfado de los afectados ante la indiferencia y desatención del gobierno estatal.
Ignorar estos avisos sería un error histórico. La violencia no se detiene sola, y mucho menos si la autoridad se empeña en maquillarla. Durango no muestra por ningún lado políticas de seguridad integrales ni una comunicación franca con la ciudadanía. Si algo nos enseñó el pasado, es que cuando el Estado mira hacia otro lado, la violencia no solo regresa, sino se queda.
EN LA BALANZA.- El desplome en los últimos días de hasta un 70 por ciento en las ventas de los restaurantes de Durango es otra señal de alerta económica pero que va más allá del propio sector gastronómico. Y es que la baja afluencia de clientes no solo se debe a los gastos que se generan debido al regreso a clases, sino también al debilitamiento del poder adquisitivo de las familias, así como a una economía local que no logra estabilizarse.
X: @Vic_Montenegro