
El apóstol y el político
Juan Manzo Ceja alternaba la promoción cultural con el activismo. La protesta pacífica era el medio utilizado para denunciar el fraude electoral. Cuando a Agustín Martínez Maldonado (PRI) se le declaró alcalde de Uruapan, en 1990, entró en acción. «En punto de las seis de la tarde de todos los días, Juan Manzo se colocaba al pie de la estatua en honor de Morelos, ubicada en la plaza principal de Uruapan. Se engarrotaba durante una hora, siempre solo, con una cartulina sostenida con ambas manos. Los dirigentes del partido al que pertenecía, el PAN, lo habían dejado sin apoyo, en una lucha sorda y pacífica que nunca prosperó, pues Agustín Martínez concluyó su periodo de Gobierno, eso sí, con el debido respeto a la libertad de manifestación…» (Quadratín, Michoacán, 05.11.15).
Está en duda si el movimiento en solitario de Manzo para separar del cargo a Martínez Maldonado devino fracaso, pues en 1991 el Congreso designó a Manuel García Trejo como interino, y al año siguiente a Anacleto Mendoza Maldonado. Los principales partidos nacionales han ocupado desde entonces la presidencia uruapense. La primera alternancia, con el PAN, ocurrió en 1996. Gobernó por tres períodos consecutivos. El cargo pasó después a manos del PRD y más tarde regresó al PRI. Morena ganó la alcaldía por primera vez en 2021; y el año pasado, el primer candidato independiente: Carlos Manzo Rodríguez, hijo de Manzo Ceja, luego de haber sido diputado federal por el partido de la 4T.
Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), Manzo aplicó en la política el compromiso social y el espíritu de lucha de su padre, pero por otros medios. Como diputado de Morena, Manzo defendió el paso de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa, más como alcalde confrontó a la delincuencia organizada. En mayo pasado, tras el asesinato de una trabajadora municipal, Manzo instruyó a su policía: «Si ven que están disparando, hay que abatirlos; si están agrediendo a la ciudadanía, hay que abatirlos. No hay que tener ninguna consideración con esos lacras de la sociedad».
Seis meses después, Manzo sería abatido en la misma plaza donde su padre, convertido en estatua por una hora, educaba para la democracia. Su escolta, compuesta por ocho elementos de su confianza, dio muerte al agresor, Víctor Manuel Ubaldo Vidales, de 17 años, tras someterlo. El homicida habría recibido una condena de cinco años por no ser aún mayor de edad, de acuerdo con el Sistema de Justicia para Adolescentes (El Heraldo de México, 06.11.25). Manzo tenía a su servicio 14 agentes de la Guardia Nacional, pero había solicitado que solo apoyaran con la seguridad periférica a la Policía Municipal, declaró Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana.
Ubaldo Vidales era sicario del Cártel Jalisco Nueva Generación, de acuerdo con la Fiscalía General del Estado. El 9 de noviembre, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció un plan por la paz y la justicia en la entidad donde Felipe Calderón (michoacano), vestido de quepis y saco militar, le declaró la guerra al narcotráfico hace casi dos décadas. El responsable de la tarea, Genaro García Luna, figura entre los «10 mexicanos más corruptos» de 2013 de la revista Forbes. Entonces se ignoraban sus nexos con el Cártel de Sinaloa, por los cuales purga una sentencia de 38 años en el «Alcatraz de las Montañas Rocosas». Joaquín «el Chapo» Guzmán pasará el resto de su vida en el mismo Supermax de Colorado.