
Ida. El Barcelona recibe esta tarde al Inter de MIlán en las semifinales de la Champions League.
Después de la victoria de prestigio ante el Real Madrid en la final copera, el Barcelona afronta un nuevo paso en su carrera hacia otro título con el escollo del Inter de Milán, en un duelo entre el mejor ataque y la mejor defensa de Europa con alguna cuenta pendiente.
Llegan ambos equipos con dinámicas diferentes y con mucha carga de partidos. Los de Hansi Flick con la adrenalina disparada tras el subidón por el título, por cómo se produjo y por el rival; los de Simone Inzhagi un poco más desinflado, después de que en los últimos partidos su principal fortaleza -la defensa- no esté al nivel que le ha llevado hasta aquí.
El Barza tiene una gran cuenta pendiente con los interistas. Un mal recuerdo desde 2010, con aquel enfrentamiento en semifinales entre los azulgrana que entrenaba Pep Guardiola y el Inter de Jose Mourinho, con un gran premio: la final que se disputaba en el Bernabeu.
Pero a los catalanes todo le salió mal. Desde la casualidad por la súbita erupción de un volcán islandés de nombre impronunciable, el Eyjafjallajokull, que les obligó a realizar el trayecto de mil kilómetros en autobús y pernoctar en Cannes.
Luis Enrique está más cerca de su ansiada final. Su Paris Saint Germain, que demostró estar un paso por delante del Arsenal, se llevó el triunfo en el Emirates Stadium gracias a un tanto de Ousmane Dembelé y puede certificar en el Parque de los Príncipes su presencia en la segunda final de la Champions League de su historia.
Los franceses, apoyados en el golazo de Dembelé a los tres minutos y en las paradas de Gianluigi Donnarumma, sacan una gran ventaja de cara a la vuelta, que jugarán en casa, y obligan al Arsenal a remontar por primera vez en esta Champions.
Si Mikel Arteta quería un ambiente que nunca se hubiese visto en el Emirates Stadium lo consiguió. Sonó el "North London Forever" como nunca antes, hubo un vídeo motivacional del técnico español en los videomarcadores y dos tifos. Era la mejor noche en la historia de este estadio, pero el misticismo duró tres minutos.