
El héroe sumergido
Hace unas semanas hablé del ajolote, anfibio típico de la Ciudad de México. Hoy me referiré a una variante de nuestra especie que sólo consta de un miembro: el buzo que recorre las entrañas de la capital.
Antes que nada, vayamos al contexto. Construida en torno a cinco lagos que fueron casi totalmente desecados, la ciudad ha tenido un trato delirante con el agua. Las inundaciones de los últimos días demuestran que el desagüe es ineficiente y que nuestro desastroso aeropuerto podría tener un mejor destino como embarcadero. Para colmo, el agua de lluvia no se capta y debe ser traída de vuelta desde el sistema hídrico Cutzamala, ubicado a 200 kilómetros de distancia y a una altura de 1,600 metros que exige un esforzado bombeo para subir a nuestros 2,200 metros.