
El origen de la bandera LGBTQ+ y la importancia de las marchas
Cada mes de junio, el mundo se llena de colores, pancartas y expresiones de libertad con motivo del Mes del Orgullo LGBTQ+. Sin embargo, detrás de los desfiles, conciertos y festejos, existe una historia profunda de resistencia, dignidad y reivindicación de derechos que se remonta a décadas atrás.
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Un símbolo que nació de la lucha
La bandera del arcoíris, tal como la conocemos hoy, fue creada en 1978 por el artista y activista Gilbert Baker, quien recibió el encargo de diseñar un símbolo que representara a la comunidad gay de San Francisco.
Inspirado por la diversidad del arcoíris y el deseo de crear un estandarte que uniera a todos bajo una misma identidad, Baker cosió a mano la primera versión de la bandera, que entonces tenía ocho franjas, cada una con un significado particular, rosa para la sexualidad, rojo para la vida, naranja para la salud, amarillo para la luz del sol, verde para la naturaleza, turquesa para el arte, azul para la armonía y violeta para el espíritu.
Con el paso del tiempo y por motivos de producción, la bandera se redujo a seis colores: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. Desde entonces, ha evolucionado en múltiples versiones para incluir otras identidades dentro del espectro LGBTQ+, como la comunidad trans, intersex y personas no binarias, consolidándose como un símbolo universal de inclusión.
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¿Por qué se sigue marchando?
Las marchas del Orgullo surgieron como actos de protesta, la primera se llevó a cabo en Nueva York en 1970, un año después de los disturbios de Stonewall, cuando miembros de la comunidad gay se enfrentaron a la represión policial en un bar del mismo nombre. Desde entonces, cada marcha es un recordatorio de que los derechos ganados fueron producto de la movilización, la desobediencia y el activismo.
Aunque en muchos lugares hoy las marchas se han transformado en celebraciones coloridas y abiertas a todo público, su esencia sigue siendo la demanda de derechos, respeto y visibilidad. En diversas partes del mundo, aún persisten leyes que criminalizan la orientación sexual o la identidad de género, y la violencia hacia personas LGBTQ+ no ha desaparecido.