
¿El robo del siglo o 33 toneladas de ficción?
En medio de una crisis de inseguridad en las carreteras y un repunte de delitos de alto impacto en México, un caso como el presunto robo de 33 toneladas de concentrado de oro y plata a una empresa duranguense, en Jalisco, provocó todo un escándalo nacional que con el transcurso de los días ha dado un vuelco sorpresivo, un tanto incierto.
La historia, viralizada en medios de comunicación y redes sociales, comenzó con una denuncia informal publicada por conocida empresa minera de Durango; no obstante, en el seguimiento surgieron versiones contradictorias que podrían derivar -al menos y hasta lo que se sabe- en una desconcertante ficción y omisión legal.
Y es que, de acuerdo con la Fiscalía General del Estado de Jalisco, no hay una denuncia formal, no hay cargamento localizado y no existen responsables visibles hasta el momento. Solo queda el silencio de la empresa, la confusión de las autoridades y la creciente sospecha de que, detrás del supuesto robo, podría esconderse algo más. ¿Pero qué?
Pese a tratarse de un hecho que -según versiones iniciales- ocurrió en una vía federal y que representaría pérdidas cercanas a los 300 mil dólares o unos 6 millones de pesos, la minera inexplicablemente habría declinado a presentar denuncia ante las autoridades jaliscienses y, hasta ahora, tampoco lo ha hecho ante la Delegación de la FGR.
En otras palabras, este robo de alto impacto, tildado como "el robo del siglo", no ha sido formalizado ante ninguna institución competente. Sin embargo, el caso se torna aún más sospechoso puesto que en el tractocamión encontrado en el municipio de Acatlán de Juárez, entre los restos hallados en la góndola, según dijeron, no había oro ni plata, sino un material similar al carbón.
De acuerdo con el vicefiscal, Alfonso Gutiérrez, tampoco hay registros del manifiesto de carga, ni pruebas que respalden que el concentrado haya estado dentro del contenedor. La compañía transportista sí denunció el robo de su vehículo, lo que hace todavía más inverosímil que una empresa minera, con operaciones internacionales y procesos fiscalizados, prefiera reservarse cuando sufre una pérdida de esta magnitud.
En este contexto, surgen entonces más dudas sobre lo que verdaderamente ocurrió. Hoy, las especulaciones giran en torno a si se trató de un crimen sofisticado y ejecutado por grupos de la delincuencia organizada, un auto robo, o quizás una operación simulada con fines aún desconocidos.
Tanto las autoridades de Jalisco como las de Durango se lavan las manos con argumentos jurisdiccionales; empero, son omisos al dejar de lado lo que realmente preocupa, y no es cuál fue el lugar del presunto robo, sino que hasta ahora no hay sustento documental que lo acredite como tal. Solo hay mutismo institucional y mucho ruido mediático.
EN LA BALANZA.- La caída de la actividad industrial en Durango debería encender todas las alertas en el gobierno estatal. Un desplome del 8 por ciento en un solo mes, sumado a una contracción del 12.9 por ciento en el primer trimestre del año, no debe ser visto como un simple tropezón, sino más bien como un indicativo preocupante del estancamiento económico de la entidad. El retroceso en sectores clave como la construcción, la minería y la generación de energía refleja un entorno poco favorable para la inversión y el empleo. Mientras otros estados avanzan, Durango se rezaga.
CERROS SECOS Y PELONES... El caso de Sideapa en el municipio lagunero de Gómez Palacio es un ejemplo perfecto de cómo la opacidad y la mala administración pueden convertir un servicio público esencial en un pozo sin fondo. Lo que empezó como una deuda moderada con la CFE se ha transformado en un pasivo millonario que crece sin control ni explicación coherente. Las cifras no cuadran, la justificación brilla por su ausencia y culparse entre administraciones es tan grave como el desfalco mismo. ¿Cómo es posible que, con ingresos mensuales considerables y tarifas cada vez más altas, el organismo esté financieramente en ruinas?
X: @Vic_Montenegro