
Epílogo: sobre un libro nacido del duelo
Este noviembre el ICED promueve el Mes de la Lectura y el Libro Duranguense 2025, así que, aunque tenía planeada otra Itinerante, decidí hacer un poco de autobombo (diría Rubén Darío) porque este año lancé un e-book y porque he aprendido que una tiene que crear sus propios espacios, o colarse a los ya existentes. Este texto es una parte del epílogo de "Conjurar a B: apuntes oníricos sobre el duelo y los milagros", que se descarga de forma gratuita desde ladesvelada.com.mx y que, además, nació en este periódico como una de mis primeras columnas.
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Hace un par de años, cuando creía que esto formaría parte de un proyecto sobre la muerte de B y otros eventos que ocurrieron en el 2015, el documento en mi computadora empezaba con la frase: "Esto es sobre un periodo de oscuridad que me atravesó y me transformó. Es mi intento de leerla", por un guiño a una cita de Maggie Nelson. Ese proyecto ya nunca existirá porque a medida que fui sanando fue perdiendo el sentido, y aunque ahora estoy segura que no todo fue oscuridad, sí quiero decir aquí que decidí recopilar estas columnas y ensayos (y dejar atrás la idea de que algún día escribiré el libro perfecto que merece B y, entonces sí, publicarlo) porque sé que nunca tendré las palabras para narrar a profundidad el dolor que llegó a mi vida aquel 23 de junio de 2015, ni cómo mi mundo se partió de golpe y para siempre. Todo lo que tengo son estas palabras imperfectas.
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Cuando B murió el mundo se me llenó de silencio. No podía leer, mucho menos escribir. Luego, en el enojo, me prometí que jamás escribiría de nuevo, hasta que me di cuenta que no era posible, que tenía que sacarlo todo de alguna manera [...] En aquel junio de 2015 conocía ya algunos libros sobre duelo: "Di su nombre", de Francisco Goldman, era mi favorito. Pero no encontraba nada que hablara específicamente de lo que significaba perder a un amigo cuando tenías 23 años y estabas al otro lado del mundo. A mí no me valían metáforas que en algún punto pudiera relacionar con mi vida, necesitaba algo específico porque estaba consciente de que todo lo estaba haciendo mal.
Girando, girando, girando.
Sin poder detenerme.
Así que veía un episodio de Dance Academy, otro de Glee, y escuchaba sin parar It's quiet uptown de Hamilton y Who knew de Pink. Pensaba mucho en una frase de esa canción de Hamilton, en la que se describe al duelo como lo inimaginable. Luego llegaron los libros de Didion, "La ridícula idea de no volver a verte" de Rosa Montero y el "Réquiem" de Rilke. Después aparecieron "Las veces" de Esperanza López Parada, "Tarantela" de Abril Castillo y "Bluets" de Maggie Nelson, el libro que siempre desearé haber escrito. Y en cada canción, cada libro, cada poema que resonaba conmigo o con mis recuerdos de B, sentía que tal vez podía entender, tejer algo que me ayudara a transitar la oscuridad.
Pero lo interesante es esto: empecé el diario de sueños para ayudarle a mi memoria a recordar (el estrés postraumático me borró gran parte de la segunda mitad del 2015 y algunos meses del 2016) y cuando publiqué "Réquiem" fue para obligarme también a cerrar el duelo, pero todos estos textos fueron mutando en su objetivo, sin que yo me diera cuenta. Primero creí que eran una despedida y eso me partía el corazón. Después entendí que en realidad esto fue siempre una conversación permanente, una especie de mensajes en botellas que lanzaba sabiendo que nuestro océano era un pasaje onírico hecho de destellos de luz. En resumen, no fue hasta que todos estos textos estuvieron recopilados que me di cuenta que esto nunca fue una despedida, fue una carta de amor, escrita en el transcurso de muchos años.
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Hace unas semanas, cuando leí por primera vez el texto que Nikthya González escribió para este proyecto, leí también el ensayo de Seyward Darby sobre Didion que ella menciona, y encontré ahí un poema de Mary Oliver que no conocía: A pretty song. Uno de los versos -desde mi traducción imperfecta- dice: "Esto no es un patio de recreo, esto es la tierra, nuestro cielo, por un tiempo. / Por eso he dado prioridad / a todos mis estados de ánimo repentinos, taciturnos y oscuros / que te sostienen en el centro de mi mundo".
Creo que eso resume lo que ha sido escribir sobre duelo durante diez años, lo que es ahora este duelo para mí. B está siempre en el centro de mi mundo y ésta, la casa construida con palabras, con abrazos en sueños y el eco milagroso de su risa, es ahora nuestro patio de recreo, nuestro espacio para el juego, una estancia con una ventana gigante y un refrigerador e imanes desordenados a la que la luz nunca deja de golpear.
IG: @SACNCALDERON