
Extorsiones en La Laguna, soberbia y omisión
Las recientes declaraciones del gobernador Esteban Villegas en torno a las extorsiones en La Laguna de Durango, no solo resultan desafortunadas, sino que reconfirman una preocupante ligereza frente a un problema de inseguridad que, desde hace tiempo, golpea sin clemencia al sector productivo en aquella región.
Hablamos de una muestra clara de la desconexión que existe entre el poder y la realidad que viven los ciudadanos. "Si alguien los extorsiona, nomás que me digan y yo lo arreglo", dijo el mandatario durante una gira por Gómez Palacio en tono desafiante contra "malandros" y los que se asuman como tal, como si se tratara de una situación que así de fácil pueda resolverse con una llamada o una orden verbal.
Las palabras del mandatario son inadmisibles ante una crisis que desde hace más de dos años afecta a empresarios, transportistas y productores de la región. Además, revelan su "gigante" y muy personalista visión del poder, en la que se erige como juez, investigador y garante único de la seguridad, exhibiendo que instituciones y mecanismos formales no sirven de nada.
Esteban Villegas finge olvidar -o no saber- que las denuncias no son nuevas, cuando los distintos sectores han entregado oficios, emitido desplegados y solicitado audiencias que nunca han sido atendidas. Una falta de sensibilidad política y humana de un gobernador que parece más preocupado en cuidar su imagen, que resolver los problemas que desangran al estado.
Lo han hecho a través del secretario general de Gobierno, Héctor Vela. Le han enviado misivas mediante el secretario de Seguridad Pública, Óscar Galván, incluso pidiendo la interlocución de ambos funcionarios para que el Ejecutivo los atendiera personalmente. Entonces, no ha sido falta de aviso, sino de respuesta. En todos los casos -afirman los empresarios- fueron ignorados.
Mientras tanto, la confianza en el gobierno de Durango muestra una erosión cada vez más severa. En la Comarca Lagunera, los transportistas continúan denunciando cobros ilegales, los productores agrícolas temen hablar y los pequeños comerciantes sobreviven bajo amenaza, sospechando incluso ya de corporaciones policíacas coludidas.
Las consecuencias económicas derivadas de esta crisis de inseguridad comienzan a ser más visibles en la región: capitales que migran a otros estados, inversiones detenidas y un clima de incertidumbre que lastima y tiene atemorizados a los habitantes de aquella zona. La Laguna, motor productivo de Durango, se siente abandonada por las autoridades, esa es la realidad.
A Esteban Villegas le ha faltado entender que el liderazgo no se ejerce desde la arrogancia ni desde declaraciones a irresponsable bote pronto, improvisadas, sino desde la capacidad de escuchar, coordinar y responder. Gobernar no es sentir que una sola persona puede "arreglarlo" todo, sino mantener instituciones que funcionen y que generen confianza. Que rindan cuentas.
Durango no necesita un gobernador que presuma tener la "mano firme", porque ante la inseguridad ha demostrado todo lo contrario. Durango está urgido de un mandatario que tenga la mirada clara, porque cuando el poder se vuelve retórica, la autoridad se desdibuja, y el silencio ante el crimen sugiere una peligrosa complicidad.
EN LA BALANZA.- El cierre de once restaurantes en la capital duranguense es uno más de los preocupantes síntomas de un sector económico que, pese a su resiliencia, enfrenta un escenario adverso marcado por la inflación, el aumento de costos operativos y el bajo poder adquisitivo de los consumidores en un Durango que navega a la deriva en una recesión. Es el desgaste del comercio local frente a un modelo económico que castiga ya tanto al pequeño, mediano como grande empresario. En un contexto donde cada restaurante representa empleos e inversión, ignorar estas señales sería permitir que la crisis se extienda silenciosamente hasta volverse irreversible.
X: @Vic_Montenegro