
Franco: entre la memoria y el olvido
La memoria es endeble y con el paso del tiempo puede desaparecer. Está en la condición humana recordar como olvidar. A veces pesa más una que la otra. En otras ocasiones se nota la ausencia, porque para vivir es necesario olvidar. Borges lo advirtió con Funes el memorioso. En ese caso, la memoria total impide la vida. Pensemos en el rencor; arrastrar agravios hasta la enfermedad. En el opuesto, olvidar todo quita el sentido a la vida misma. Por lo mismo, la memoria es guía y brújula. Nos permite conducirnos y navegar. Su contraparte, el olvido también tiene una función para reescribir el pasado de otra manera. Con el paso del tiempo editamos los recuerdos, entonces no es cómo pasaron las cosas, sino como las recordamos. En el extremo, desde el olvido se puede negar la historia, a pesar de aberrantes sucesos. Por ejemplo, las generaciones que vivieron en carne propia los estragos de la guerra conocen el significado de la violencia, no así quienes disfrutan largos periodos de paz. Eso lo saben bien los abuelos que padecieron la Segunda Guerra Mundial y tuvieron que confrontar abominables crímenes. No todo se puede perdonar y mucho menos justificar. Pero a la distancia, la memoria se torna borrosa y en consecuencia, el pasado se olvida. A la vuelta de las décadas retornan los fantasmas del pasado. El 20 de noviembre se cumplieron cincuenta años de la muerte de Francisco Franco, el dictador que gobernó España con mano dura a lo largo de treinta y seis años. Tras la Guerra Civil Española (1936-1939), se impuso una dictadura, con todo lo que ello implica. ¿Es necesario enumerarlo? Picasso pintó en un lienzo de siete metros el Guernica para que no se olvidara.
De la falange española al ascenso de Franco se repiten los lemas de ultraderecha “Dios, Patria y Rey”, o su variante en la familia. Franco murió en 1975 y algo queda de su sombra, sobre todo en los grupos identificadores abiertamente con la ultraderecha. Vox es el partido en España que asume el legado de Franco. En las calles marchan jóvenes ultras reivindican el nacionalismo, uniformados rechazan la inmigración, hacen el saludo fascista y retoman la figura de Franco. Una encuesta reciente reveló que el 20 por cierto de los jóvenes tiene una opinión positiva del franquismo, es decir, ve con buenos ojos la dictadura. ¡Urgen clases de historia!
En el fondo, un batalla cultural se libra entre el régimen de la transición a la democracia después de 1975 y los “beneficios” de la dictadura franquista. La batalla no sólo se libra con fuerza y odio en las redes sociales, también en las calles con manifestaciones públicas. El fenómeno no es exclusivo de España, sino tiene sus capítulos en Estados Unidos y “Maga”, la Francia de Marine Le Pen o su versión argentina con Ponzi Milei. En Italia, la presidenta Giorgia Meloni expresa abiertamente sus referencias al Duce, Benito Mussolini, cuando retoma el clásico lema fascista de 1930: “Dios, Patria y Familia”. Meloni lleva tres años en el gobierno y mantiene niveles sobre el 51 por ciento de aprobación. Por supuesto, en la escena internacional muestra su claro apoyo a Donald Trump, aunque en la práctica se ha moderado.
En México, el conocido magnate de los medios alimenta una intensa campaña mediática para no pagar impuestos, se victimiza y trata de construirse la imagen de “perseguido político”. Siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos, hasta quiere ser presidente para resolver sus problemas con la ley. Al menos el empresario en algo es honesto, dice lo que piensa: “Yo, ultraderecha: Vida, propiedad y libertad”. Por las mismas, el Partido Acción Nacional “reinventó” su logo, como si en eso fuera la confianza y credibilidad. Durante décadas fueron un partido de centro derecha, pero ahora coquetean al extremo y hasta el presidente del partido, un tal Romero, le abre las puertas al magnate de los impuestos en su búsqueda por la presidencia. Casualmente en ese partido retomaron un viejo lema: “Patria, Familia y Libertad”. Sin comentarios.
Nos vemos en @uncuadros