
Hacer visible un asunto de gran trascendencia
Todos los días varios asuntos de relativa importancia ocupan a la vez la atención de los medios y de la opinión pública nacional; aparte, claro está, de las cuestiones meramente locales en cada región. No todos esos asuntos son de igual calibre o del mismo calado. Algunos son graves por sí mismos o por estar vinculados a temas de alto impacto o por la gravedad que entrañan para la marcha presente o futuro del país.
Casi todos son asuntos de naturaleza política y tienen que ver en mayor medida con la corrupción (ya prácticamente sinónimo del actual grupo en el poder) y de su hermana gemela, que es la impunidad. Otros surgen sin que nadie los espere, como el infortunado accidente de la pipa de combustible que el pasado 10 de septiembre volcó en Iztapalapa y fue la causa de que docenas de personas perdieran la vida. Pero aun tragedias como ésta ponen al descubierto la incuria del gobierno capitalino en el mantenimiento de la infraestructura urbana y la ineficiencia de su servicio de protección civil.
Programados o espontáneos, tal vez más de los primero que de lo segundo, luego surgen incidentes grotescos, como el de la diputada local de Morena y su ridícula promoción marciana del café veracruzana. Una tontería que es objeto de inusitada atención por parte de los medios y aun más de las redes sociales. Con un poco de suspicacia, bien se puede suponer que se trata de un mero distractor, muy útil -aunque se dude- para desactivar bombas.
Varios comentaristas han afirmado, con razón y abundancia de datos, que los días que van de septiembre han sido tormentosos en demasía para la presidente Claudia Sheinbaum. Que ya no siente lo duro sino lo tupido.
E independientemente de cuál sea el origen del más grave de los problemas que enfrenta (que por cierto bien pudiera tener su origen en el fuego amigo), problema que no es otro que el relativo a la detención del ex secretario de seguridad pública de Tabasco en los tiempos en que fue gobernador de Tabasco Adán Augusto López, actual coordinador de los senadores de Morena, problema que bien puede convertirse en una bomba de gran alcance, lo paradójico es que resulta útil para la estrategia oficialista de poblar el escenario de temas candentes, algunos simples distractores, incluidos varios tontos como el del café veracruzano espacial, para restar impacto mediático al más grave. Pero también para ocultar otros.
¿Cómo cuáles? Como el proceso en marcha para la reforma electoral. Actualmente ésta se encuentra en fase de consultas públicas y foros conducidos por la comisión presidencial designada el pasado 4 de agosto e integrada exclusivamente por personajes ligados al oficialismo. La mayoría, por cierto, hasta donde se sabe, desconocedores de la materia, pero que son los únicos con "derecho a voto".
Lo anterior es tan absurdo como ridículo, porque sin duda cuando se presente la ocasión de votar en esa Comisión, la unanimidad será tan puntual como conmovedora. Además, quizá sea ésta, la del régimen electoral, la única materia donde la regla, más que la votación, debe ser el consenso. Como antes exigían, en reformas electorales anteriores, los que hoy son de Morena.
Pues bien, el proceso de reforma electoral actualmente en curso, para todo efecto práctico, ha pasado inadvertido. O ha sido, en medio del maremágnum de asuntos de todo tipo (graves, escandalosos y hasta ridículos) apropiadamente invisibilizado. No está pues en el ánimo ni en el interés de la opinión pública. Pero debe estarlo, con la mayor presencia e intensidad posibles. Porque es quizá la última oportunidad de rescatar el régimen democrático y el Estado de derecho en México, sin titubeos ni sobresaltos.
La Comisión Presidencial para la reforma electoral es una farsa. En la mañanera del día de la designación de sus integrantes, la titular del Ejecutivo dio la pauta y señaló la línea. Concretamente mencionó cuatro cambios que indicó deben hacerse: Eliminar el sistema de representación proporcional en la conformación de las Cámaras, nombrar por "elección popular" a los miembros del consejo general del INE, disminuir los recursos al organismo electoral y reducir el financiamiento público a los partidos.
Urge hacer que este asunto adquiera gran dimensión pública. Y popular. Ayuda a ello que durará más de tres meses, porque se anuncia que la iniciativa de reformas se presentará hasta enero. Tiempo suficiente para diseñar y poner en ejecución un eficaz programa de actividades. Tiene también a su favor que se trata de una materia que unifica a los demócratas de todas tendencias. Adelante, pues.