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'Idilio: lo breve que deja huella'

'Idilio: lo breve que deja huella'

'Idilio: lo breve que deja huella'

VANESSA BARDÁN PUENTE

La canción "Idilio" de Willie Colón es una joya de la salsa romántica, es una de esas canciones que no solo se escuchan, se sienten en el pecho y te hacen vibrar. Tiene todo el espíritu del amor idealizado, soñador, profundo, y al mismo tiempo ese sabor melancólico de lo que tal vez no se concretó del todo, el amor que no fue, pero sí marcó.

Esa canción duele y abraza a la vez, porque toca la fibra de quienes han amado con el alma, con esperanza, con entrega, aunque no haya tenido final feliz... Es difícil olvidar ese amor quizá breve, pero tan verdadero... que dejó huella en el alma. Así son los idilios, relaciones amorosas idealizadas o muy intensas, breves y hermosas. Describen historias de amor que se viven con gran intensidad, ternura y encanto, pero que muchas veces son cortas y están rodeadas de cierta fantasía, casi como sacado de un sueño del que no se quiere despertar, un momento suspendido en el tiempo.

Como quien necesita aire, como quien no ha probado aún el verdadero sabor del amor, como un susurro al oído del alma, como una melodía que no se espera y que, sin embargo, parece conocida.

Un idilio es una especie de burbuja mágica en el tiempo, donde el amor (o la belleza) se siente puro, simple, casi perfecto... aunque no siempre dure, pero te deja una huella, porque fue un amor que parecía tocar el alma, aunque no fuera completamente realista, fue un encuentro que te hizo soñar con todo lo posible, pero que se deshizo por miedo, circunstancias o falta de madurez emocional. Un idilio es un refugio emocional intenso, que no logra sostenerse en el tiempo. Pero no por ser breve o incompleto es menos valioso. Al contrario: los idilios marcan, enseñan, transforman.

A veces son lo que necesitábamos vivir para descubrir lo que merecemos de verdad. Porque hay amores que no nacieron para quedarse, sino para despertarnos, a la ternura, al deseo, a la esperanza de algo más grande que el miedo. De esos que no se comprenden con la mente, pero se graban en la piel, que no se explican con lógica, ni se miden por el tiempo que duraron, aunque sean breves o incompletos, te hacen saber que eres capaz de sentir amor profundo.

Y eso ya es una bendición, porque dejan una marca luminosa en el alma, llegan cuando menos lo esperas, como una ráfaga que te cambia el pulso y te revoluciona el corazón, porque casi siempre dejan una enseñanza, un suspiro, una puerta abierta a tu parte más sensible, esos amores fugaces que encienden nuestra luz y nos recuerda que somos capaces de amar con fuerza, que algo dentro de nosotros aún cree en la magia, en las miradas que lo dicen todo, en los abrazos que parecen casa.

El mensaje es claro: no todo amor tiene que durar para ser real. Hay historias que cumplen su propósito solo con haber existido. Y muchas veces, esas son las que nos preparan para amar mejor, para elegir distinto, para sanar partes que ni sabíamos rotas. Un idilio no tiene por qué doler si lo entiendes como lo que fue: un regalo del momento, una chispa para despertar emociones dormidas.

Así que si tuviste un idilio, agradécelo. No lo deseches, no lo idealices más. Tómalo como un recordatorio de que aún puedes sentir profundamente. Y luego, sigue tu camino, con el corazón más despierto y más sabio.

Porque hay historias que no terminan, solo transforman, historias que no se viven con la cabeza, sino con el alma, porque no todo amor viene a quedarse, algunos vienen a despertarte. Los idilios son amores fugaces con lecciones y transformaciones eternas, donde el amor se va pero el alma queda despierta y el corazón aprende a soltar lo hermoso...

Escrito en: Cariñoterapia amor, alma,, historias, solo

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