
La cuestión es ubicarse bien
La falta de aptitudes para cumplir con una tarea, no exenta de la búsqueda de otra labor en la que sea posible servir.
Recuerdo a un consultor externo que solía encerrar su corazón en una armadura para evitar que se manifestaran sus sentimientos, ya que los consideraba muestras inadmisibles de debilidad. A esa coraza sumaba un blindaje extra, consistente en un ego que no aceptaba competencia y suponía lo eximía de todo cuestionamiento.
Corazón preso y ego sublimado integraban un conjunto ideal para romper la armonía en cualquier equipo de trabajo en el que intervenía. Tan sólida fue la fama construida por este asesor que un día, antes de su arribo al "cuarto de guerra", se propuso ahí crear un plan maquiavélico para motivar su salida de la campaña e inducir su integración a la del candidato más fuerte, donde sin querer fungiría como aliado del equipo que lo despedía, pues fracturaría la unidad de su nueva causa.
Aunque en esa ocasión faltaron acuerdos políticos internos para concretar la operación "Troya", el caso muestra que cuando los colaboradores restan en lugar de sumar, el problema muchas veces no está en ellos, sino en su ubicación en el organigrama. Ahí está el caso de Enrique Peña Nieto, que cuando en el 2016 dijo que ningún presidente se levantaba pensando cómo fastidiar a México, en el fondo cuestionaba a quienes lo habían colocado como jefe del Ejecutivo.
Pese a que este tema puede parecer "político", que en la jerga del México de ayer y hoy remite al espectáculo de retener posiciones de poder con fines individuales y de grupo, hago un paréntesis para señalar que el asunto tratado tiene un fondo que lleva a mirar hacia dentro del hombre. ¿Cuántas veces se causa algún mal queriendo hacer el bien, ya sea por ignorancia, incapacidad o debilidad, no por la intención consciente de dañar?
Continúo. Dos hechos recientes sacan a flote el tema de las malas ubicaciones, más que el de las malas personas.
Hace un par de semanas Rubén Flores Márquez, dirigente morenista en Zacatecas, dio pie a ciertas suspicacias sobre su nombramiento cuando se enfrentó con el obispo de la diócesis zacatecana, Sigifredo Noriega Barceló, personaje con quien pretendió debatir, pero tuvo la misma oportunidad de triunfo que yo frente al "Canelo" Álvarez.
Flores Márquez, seguramente designado al frente de Morena por algún neoliberal enemigo de la transformación, reclamó al prelado por pedir a la "4T" que atienda a campesinos y madres buscadoras, lo que para el saboteador de su partido político fue una acción manipuladora e incluso pecaminosa del representante de la grey católica. Ya encarrerado el ratón, el mismo "político" intimidó con sus declaraciones hasta la mismísima institución presidencial, pues aseguró que no permitirá la difusión de "mentiras" desde cualquier posición de autoridad.
Aunque me declaro ateo reservándome el derecho a creer un instante antes de mi muerte, me resulta claro que la categoría intelectual de Noriega Barceló noquearía con los guantes de la razón al morenista defensor de "la verdad" y cualquier otro mortal con exceso de soberbia y lambisconería. Sin embargo, lector, imagine al vocero de la verdad vestida de morado trabajando con el PRIAN, y reconozca el apoyo que brindaría a Morena incrustado en la nostálgica oposición.
Ejemplo similar es el aquí documentado por cortesía del senador Gerardo Fernández Noroña, a quien como a todos puede suceder acabó cediendo al encanto de la burguesía y dejó de ser un legislador disruptivo, funcional al discurso de cambio de régimen, y convirtió en uno tan cínico como cualquier neoliberal que desde los placeres que provee el capital afirma trabajar en la defensa del pueblo.
El senador Fernández Noroña podrá ser hoy un lastre para Morena, pero de ninguna manera es una persona incapaz de servir en otro equipo. Sus propiedades y viajes que algunos vemos como canes en carnicería, pues tal vez carecimos de oportunidades para poner nuestros ideales al servicio de un patrón que, como en este caso, nos recompensara con una dieta o salario base de 131 mil pesos, más prestaciones y legítima tarjeta del Bienestar exhibida públicamente, serían funcionales para quienes gustan denostar al presente régimen.
Ah, cómo recuerdo cuando en la secundaria algún malhora decía que yo no era feo, sino que estaba en el planeta equivocado.