La deuda de Durango con Paloma Nicole
La muerte de la adolescente Paloma Nicole tras una cirugía estética no debe ser leída solamente como una desgracia familiar, sino además como una lamentable tragedia que devuelve a la sociedad duranguense la imagen de sus fragilidades institucionales y morales.
La confirmación por parte de la Fiscalía General del Estado sobre la causa de muerte de la menor, -tromboembolia pulmonar grasa- es solo el desenlace clínico que añade precisión forense al dolor; sin embargo, obliga a investigar las prácticas y protocolos médicos de clínicas privadas en Durango capital.
El caso no exime de la urgencia de reconstruir el sentido de la ética y la política. Y es que cuando una niña llega a un quirófano estético sin el consentimiento pleno de su padre, cuando las explicaciones oficiales y los certificados iniciales confunden o encubren, la pérdida trasciende y se instala en la memoria colectiva como una falla del deber de cuidado.
Socialmente, el impacto fue inmediato y profundo. La indignación popular -impulsada por redes, movilizaciones y exigencias públicas- obligó al Congreso del Estado a aprobar por unanimidad la llamada Ley Nicole, una reforma necesaria que prohíbe procedimientos estéticos en menores de edad, salvo excepciones médicas estrictas.
Ese resultado legislativo se celebra y reconoce, por supuesto; sin embargo, demuestra algo mucho más profundo y trascendente, como el hecho de que la sociedad pueda convertir el duelo en política pública, cuando las instituciones perciben que la presión ciudadana es legítima y sobre todo persistente.
No obstante, una ley aprobada a toda prisa no alcanza todavía, pues hace falta trazar las rutas de aplicación, control y sanción. Las reformas no se protegen solas, sino que requieren recursos, protocolos claros, inspecciones, registros de clínicas y sanciones que sean ejemplares y que puedan inhibir las malas prácticas médicas y la distorsión de los valores familiares.
En ese contexto, existe también una dimensión humana que debemos preservar: Paloma Nicole no debe pasar a ser solo un nombre vinculante a una ley, porque su triste historia obliga a escuchar el dolor de los padres, a proteger a los menores y a reflexionar sobre la cultura que sexualiza y normaliza el consumo estético prematuro.
Finalmente, la respuesta colectiva no puede limitarse a la indignación de un día o a la foto de una legislatura aprobando una reforma. El duelo exige memoria productiva: legislar con sentido técnico, fiscalizar con rigor y acompañar a las familias con medidas de reparación simbólica y material. Solo así la muerte de Paloma Nicole podrá convertirse en un punto de inflexión verdadero, donde haya justicia completa.
EN LA BALANZA.- La desaparición de Carlos Emilio duele por la ausencia del joven duranguense, sobre todo a su madre. Sin embargo, lastima aún más por la profunda fragilidad institucional que vuelve este tipo de casos en una herida constante en el país. El que la Fiscalía de Sinaloa haya logrado identificar vehículos y rostros de posibles implicados es un avance, sí, pero también un recordatorio de lo tardío y complejo que resulta reconstruir los hechos y llevar una investigación. Cada minuto que las autoridades revisan en video es un minuto que su familia vive en incertidumbre.
CERROS SECOS Y PELONES... Lo leí y lo escuché en repetidas ocasiones, sin poder dar crédito a lo que mis sentidos percibían. La reducción del presupuesto de seguridad en Gómez Palacio no solo es una mala señal del gobierno municipal, sino una total incongruencia en tiempos tan delicados. Es una decisión que parece ignorar por completo la realidad de una región donde la delincuencia ya sobrepasa límites, como quedó evidenciado con el asesinato de un exfuncionario.
X: @Vic_Montenegro