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La ignorancia es felicidad... ¡y la menta, calma!

Pluma fuerte

La ignorancia es felicidad...  ¡y la menta, calma!

La ignorancia es felicidad... ¡y la menta, calma!

ROSARIO ADRIANA MOTA BOLÍVAR

La famosa frase "la ignorancia es felicidad" ha sido como ese amigo que siempre tiene algo para decir, pero no tiene idea de lo que está pasando. La hemos escuchado en todos los tonos: como consuelo en tiempos de sufrimiento, como crítica a la avalancha de información que nos llega a través de las redes sociales que, si honestamente, a veces uno preferiría no saber. Viene de Cándido de Voltaire, esa novela que nos muestra un mundo donde las calamidades no se pueden comparar con las comedias humanas. Pero, bueno, parece que, al día de hoy, el "conocimiento" no está tan lejos del sufrimiento como nos quisieron hacer creer. En serio, si pensabas que desconocer ciertos problemas podría traer paz mental, bueno, tienes razón... por unas horas, hasta que un desastre global te arrastre de nuevo.

Si nos ponemos antropológicos, y vamos a ponernos un poquito, que aquí nos gusta el mambo intelectual, la ignorancia no es simplemente una elección inocente, sino una construcción social. Es como esos memes que vemos sin entender, pero los compartimos igual. La falta de educación, información y conciencia, que no es lo mismo que la conciencia social (ojo), ha convertido a las estructuras de poder en superhéroes invencibles y a la desigualdad en un enemigo que se esconde bajo la alfombra. Como diría Michel Foucault, el conocimiento es el verdadero "superpoder" que perpetúa el control. Aquellos que carecen de él son como personajes en una serie de Netflix, esperando el giro inesperado del guion, vulnerables a todo tipo de control económico y social.

En zonas de pobreza, la ignorancia es una estrategia de supervivencia... ¡pero no una buena! A menudo, las personas que menos tienen son las que más sufren la manipulación porque no tienen acceso a una educación decente. Es como cuando compras un teléfono barato y luego te das cuenta de que no tiene las apps básicas. La pobreza no es solo económica; es mental, es cultural, es todo un paquete. Como bien dice Pierre Bourdieu, la pobreza también incluye la falta de capital cultural, esa especie de "saber hacer" que te permite codearte con los poderosos. Si ese conocimiento no está al alcance de todos, bueno, la estratificación social es la lógica que sigue.

La ignorancia, entonces, no es la puerta dorada a la felicidad, como decía el refrán; ¡es más bien la entrada a la frustración! Thorstein Veblen lo dijo claro: la tecnología mejora la vida, sí, pero también te obliga a ajustarte al sistema. ¿Querías simplificar el mundo? Malas noticias. La realidad es un enredo donde la ignorancia es como ese amigo que te dice: "tranquilo, todo va a salir bien", mientras todo se está derrumbando. Idealismo a tope, pero realidad de la cruda.

Si algo está claro es que la educación y el acceso a la información no son caprichos; son como el WiFi de la vida: esenciales. Amartya Sen lo expone de forma elegante, diciendo que la libertad de elegir una vida plena depende de lo que sabes. Sin conocimiento, eres como una planta en una maceta sin sol. Y eso, mis amigos, perpetúa la desigualdad. ¿No te gusta lo que ves? Pues, amigo mío, ¡es hora de leer más que los titulares de los periódicos!

Claro, hay quien ve la ignorancia como una forma de resistencia. Algunos dicen que la educación solo nos pone un par de cadenas, que a veces la libertad está en no saber. Ivan Illich lo pone en su libro La sociedad desescolarizada, donde plantea que el sistema educativo impone una visión única de la vida, cerrando todas las demás. ¡Cuidado con los rebeldes que no saben lo que está pasando! A veces, la ignorancia es un "no quiero saber" muy estratégico.

Pero, por favor, no nos engañemos: la ignorancia tiene consecuencias. No es solo un acto de rebeldía; es como salir sin paraguas en pleno aguacero. No se puede cambiar lo que no se entiende, y si no entendemos el sistema, entonces estamos atrapados en él, bajo el control de quienes manejan la información. Y ahí está el verdadero sufrimiento, no en saber, sino en no poder cambiar nada.

Por último, no debemos ver el acceso a la educación y la distribución de información como si fuera un lujo de los ricos, como ese filtro en Instagram que solo los influencers tienen. No. Son derechos básicos, porque, al final, somos todos humanos. La ignorancia no solo perpetúa la pobreza material, sino que nos deja sin las herramientas para cuestionar y transformar las estructuras que nos mantienen en la oscuridad.

Así que, la próxima vez que escuches eso de "la ignorancia es felicidad", recuerda: tal vez sea más feliz el que no sabe, pero, al final, el que sabe tiene el poder de cambiar las cosas. Y eso, aunque no lo creas, es la verdadera libertad.

Escrito en: OPINIÓN EDITORIALES ignorancia, solo, tiene, educación

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