
La nariz lo sabe todo...
El olfato, ese sentido subestimado, tiene el descaro de guiarnos en el amor, la memoria, el deseo... y también en los rechazos más viscerales. Porque sí, todo entra por la nariz. Lo que huele bien... y lo que no, también dice algo. La nariz, es esa chamana ancestral, el olfato es canal sagrado, las narices son honestas, el olfato está conectado directamente con el sistema límbico, que es donde viven nuestras emociones más primitivas y memorias más íntimas. No pasa por filtros racionales, huele y ¡zas! Recuerda...
Un perfume floral puede ser una invitación al amor, una promesa de ternura. La lavanda calma, la vainilla enamora, el jazmín seduce. Los buenos olores son poesía volátil Hay perfumes que no se olvidan, no entran como torbellino, entran como caricia, no es solo una fragancia, es una presencia. Lleva notas de salida que enamoran y notas de fondo que se quedan cuando ya te fuiste... como los grandes amores.
No hay discusión, el olor a pan caliente es el equivalente olfativo a que te digan "todo va a estar bien". Huele a domingo, a abuela, a hogar, a nada urgente y todo importante. Es uno de esos olores que atraviesan la tristeza como cuchillo en mantequilla y la derriten.
La lluvia que moja la tierra se llama petricor es un poema atmosférico. Huele a bendición, a reinicio, es un regalo que cae del cielo.
El olor a papel, a libros, no es solo nostalgia, es sabiduría. Los viejos huelen a polvo, a tinta seca, a ideas fermentadas. Los nuevos, a tinta fresca, como si acabaran de nacer y ya quisieran decirte algo. Leer con la nariz es parte del ritual.
Los seres que amamos huelen a ellos... Tu madre tiene un aroma, tu pareja tiene un olor, tus hijos, tu perro. El olor de un bebé es la prueba de que Dios existe, es una mezcla entre nube, esperanza, y piel recién llegada del cielo. Huelen a nuevos comienzos, a ternura sin editar, a promesa. Es algo que no venden en frascos. El olor de nuestros seres queridos es una especie de pasaporte al alma, una marca invisible que hace que su ausencia sea también olfativa. Por eso extrañamos hasta su almohada. Por eso puedes oler a alguien que amaste y que ya no está, y sentir que algo se te encoge por dentro.
Sí, el alma también tiene aroma. Hay personas que huelen a verdad, a alegría, a hogar. Hay otras que, aunque se perfumen, no logran engañar a nuestra nariz, porque el olfato no es solo un sentido, es un radar emocional.
¿Quién no ha olido alguna vez a 'esto va a doler'? ¿O ha cruzado a alguien que huele a 'aquí me quiero quedar a vivir'?" ¿O ha pasado junto a alguien que huele como "quiero tener hijos contigo"? El deseo tiene olor... Las feromonas existen, aunque no se vendan en frascos. Hay personas que simplemente huelen a hogar. Otras a aventura. Y algunas... a final anunciado...
Con el sentido del olfato, no todo es néctar y miel. El sentido del olfato también nos protege. Gracias a él sabemos cuándo alejarnos de un pescado dudoso, de un perfume agresivo que huele a cita forzada, o de ciertas personas que, sin que podamos explicarlo, nos "huelen raro"...
Hay aromas que disparan un gran rechazo, el olor del vómito rancio, sudor agrio y leche podrida. ¿Gasolina, baño público, una bolsa de basura? O el queso francés más apestoso del planeta que huele a pies, establo y cebolla muerta ¿el olor del drenaje o de alcantarilla? ¡Guácala! Eso huele a rayos y centellas, qué asco, ¡por favor!, eso me revuelve el estómago, me dan náuseas solo de pensarlo...
También a veces la vida huele feo, hay momentos en que todo huele mal... ¿Una casa que huele a tristeza acumulada? ¿Quién no ha pasado junto a alguien que huele a 'besos sin regreso'?" ¿O ha sentido el aroma de alguien que huele a 'para siempre', pero solo era un 'por mientras' con buen perfume?" Cuando algo no huele bien en la vida, el alma lo sabe, eso también revuelve el estómago. Parece que alguien exprimió una pesadilla y la embotelló.
Y aunque usemos inciensos, sprays o perfumes caros, hay fragancias que no se tapan, el olfato no miente, la nariz sabe antes que el corazón. Antes de que abramos los ojos, ya olemos. Antes de pensar, olemos. El olfato es un oráculo primitivo que avisa si hay peligro, pero también si hay amor, ternura, pan recién horneado o una mala decisión en forma de perfume barato.
