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La Navidad según san Lucas

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La Navidad según san Lucas

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J. SALVADOR GARCÍA CUÉLLAR

Encontramos un bello relato, muy literario, del nacimiento de Cristo en el Evangelio según San Lucas. Ocurrió en Belén de Judá porque así lo había profetizado Miqueas, quien dijo que de ahí saldría el Señor de Israel, quien apacentaría a las naciones como verdadero rey. Entonces, las tradiciones recogidas por el evangelista hacen ir a María y a José a Belén para participar en un presunto censo, irónicamente ordenado por el enemigo de Israel, César Augusto, gobernante de Roma, que tenía sometido al pueblo judío. Los evangelios tienen paradojas constantes, y esta es una de ellas: Jesús de Nazaret nace en Belén por órdenes o influencia de un enemigo de los israelitas.

El alumbramiento ocurrió en un lugar no tan inusitado en esa sociedad, pues pernoctar en el ambiente de un pesebre, sitio propio del ganado, era más o menos común para los viajeros de mediana condición socioeconómica, pues la falta de posadas y el frío extremo los invitaban a acercarse al ganado vacuno o al ovino. Así, el nacimiento de Jesús fue en un lugar cálido, cercano a la naturaleza y con una compañía inocente y cándida. Todavía hasta el siglo pasado en Medio Oriente, y en concreto en Judea, se han documentado lugares en los que los humanos compartían vivienda con el ganado, lo que a nuestros ojos parece poco higiénico, pero el lugar, para ellos, no era una afrenta, ni algo que les restara dignidad, como lo podría ser para nosotros, que estamos acostumbrados a lugares más asépticos y cómodos.

Otro elemento del relato es la presencia de ángeles, seres que comunican los designios de la divinidad a los hombres. El concepto procede de los babilonios, quienes tuvieron cautivos al pueblo judío. Los ángeles eran representados con alas para significar su calidad de mensajeros eficaces, luego los israelitas toman la figura y se la apropian. Entonces a ellos corresponde anunciar el nacimiento del Redentor porque son los correos entre lo eterno y lo temporal, según percepciones del pueblo de Israel hace dos mil años. No había otros seres capaces de avisar a la humanidad sobre un acontecimiento tan importante.

También hay pastores, clase social popular. No son los más pobres, como algunas veces se menciona, sino sencillos componentes del pueblo, de la mayoría de la gente, de la humanidad toda. Otra connotación tiene la imagen del pastor: el nomadismo, figura literaria tomada por San Lucas para hacer ver al lector que la humanidad está de camino en este mundo, su presencia es fugaz, lo que lo convierte en vulnerable y necesitado de un protector. Para San Lucas, los pastores son el pueblo, obediente y sereno, que vive con sencillez, sin la abundancia propia de los ricos y los gobernantes. A los pastores les basta la comida que procede de su trabajo: la leche y la carne de su ganado.

En la literatura de la antigüedad el nacimiento de un gobernante es tratado con profecías al revés. Ya adulto el personaje, los biógrafos narran acontecimientos portentosos -como la aparición de un cometa o de seres sobrenaturales- para dar a conocer que quien nace será tan prodigioso como los supuestos acontecimientos que acompañaron su alumbramiento, así lo hace Suetonio, quien, en la Vida de Augusto, relata que antes de su nacimiento hubo prodigios que anunciaban la llegada de un gobernante destinado a dominar el mundo. Las tradiciones tomadas por San Lucas hacen eco de esta narrativa para equiparar el nacimiento de Cristo con los de los más ilustres gobernantes. Además, en la cultura judía también se relatan milagros durante el nacimiento de alguien que después sería importante, por ejemplo, en el libro de Los Jueces, un ángel anuncia a la madre de Sansón que dará a luz a un hijo consagrado como nazareo, destinado a liberar a Israel de los filisteos. El relato de Lucas, como el de Los Jueces, incluye la aparición de ángeles.

Como puede darse cuenta el avezado lector, San Lucas nos narra el nacimiento del Redentor de una manera prodigiosa, como se estilaba en la literatura tradicional de Roma y en Israel. Además, el relato está cargado de simbolismos y el autor espera que los decodifiquemos atendiendo a los signos de las literaturas clásica y bíblica. Así debemos leer los evangelios.

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