
Las fosas de Jalisco y el grito silencioso de una sociedad herida
La memoria de aquellos que yacen en esas fosas nos reclama a la sociedad, a todos los que vivimos en esta grande y sangrienta nación: ¿qué estamos dispuestos a hacer para que su muerte no sea en vano?
El hallazgo de fosas clandestinas en Jalisco ha conmocionado a México. Cada cuerpo exhumado y cada nombre sin identificar nos recuerda de manera cruda la violencia que ha invadido nuestro país. Estas fosas no son solo agujeros en la tierra: son heridas abiertas en el tejido social y símbolos de un dolor que no podemos pasar por alto.
Estas fosas representan un horror que muchos prefieren ignorar, pero que permanece allí, latente, esperando ser reconocido, porque la violencia no solo afecta a las víctimas directas: también deja una profunda huella en toda la sociedad. El miedo, la desconfianza y la impotencia se convierten en sombras que viven en nuestras calles, en nuestros hogares y en nuestras mentes.
La visibilidad de estos crímenes no es fetichismo; es un grito de justicia, memoria y cambio. Es crítico que este tema gane visibilidad a nivel nacional. No podemos permitir que la normalización de la violencia nos lleve a la indiferencia. La ciudadanía necesita darse cuenta de la magnitud del horror que vivimos como país; no para paralizarnos, sino para unirnos y actuar.
Debemos enfrentar la realidad, por dolorosa que sea, porque solo así comenzaremos a sanar. Cuando una sociedad enfrenta tragedias así, no debemos de caer en trampas como la negación, la minimización o la justificación, ya que a menudo surgen este tipo de mecanismos de defensa.
Las familias de las víctimas no necesitan palabras de consuelo; necesitan verdad, justicia y la garantía de que esto no volverá a ocurrir. Y ahí es donde entramos todos; como sociedad, tenemos la responsabilidad de exigir a las autoridades que actúen con transparencia y determinación. Además, debemos apoyarnos unos a otros, crear redes de protección y no permitir que el miedo nos deshumanice.
Las fosas de Jalisco son un reflejo de lo peor de nosotros como nación, pero también pueden ser un punto de partida para el cambio. Podemos optar por mirar hacia otro lado, o podemos enfrentar esta dura realidad y trabajar juntos para transformarla.
Este es un llamado a la conciencia, la empatía y la acción. No podemos cambiar el pasado, pero tenemos el poder de construir un futuro donde se respete la dignidad humana y la violencia no sea la norma. Las fosas clandestinas deben recordarnos que, en medio del horror, aún hay espacio para la esperanza y la resistencia.
Hoy más que nunca, necesitamos alzar la voz, unirnos como sociedad y exigir un México donde la vida valga más que la muerte. Porque solo enfrentando la oscuridad podemos encontrar la luz.
Un llamado a la conciencia colectiva.