
Mi perro: El tóxico más fiel
Hoy vengo a hablarles del gran amor de mi vida... no, no es un hombre. ¡Es mi perro! Desde que llegó a mi vida, mi perro se convirtió en mi sombra con patas. No puedo moverme sin que él me mire como si fuera a abandonarlo para siempre e irme a vivir a Saturno. Mi perro se llama Euro y es mi mejor amigo, mi acosador de confianza. Ese peludo, adorable que me sigue hasta el baño y me observa mientras cocino, limpio o simplemente existo.
Yo me levanto de la cama: Él abre un ojo como agente secreto y aparece mágicamente bajo mis pies. Me siento en el sillón: Se acomoda con toda confianza encima de mí, porque claro, yo no tengo órganos vitales que necesiten espacio para respirar.
Mi perro cree que soy su asistente personal (y tiene razón). Recojo sus heces sin quejarme, le compro premios y juguetes, mi perro tiene más ropa que yo, le compré su playera hawaiana y su disfraz de astronauta, cocino galletitas para él y le digo "te amo" varias veces al día, sin miedo a que me dejen en visto.
Sí, ese ser peludo que huele a patas mojadas, cree que soy Shakira, no puedo mover una ceja sin que él me siga como si fuera su influencer espiritual.
Pero el también me manipula, literal hace conmigo lo que quiere, con una sola mirada triste, lo dejo subirse al sillón, a la cama y hasta mi alma, invade mi espacio personal a su antojo. Me usa. Lo sabe. Lo acepto...
Mi perro y yo hemos desarrollado un lenguaje propio. Le hablo como si entendiera español avanzado: "¿Tú crees que el llamativo color, nada natural de Donald Trump contraste con el resto de su cuerpo? Yo hablo, él no entiende nada. Lo regaño, lo saludo, me despido, el ladra, yo invento que me está diciendo cosas lindas y me funciona.
Cuando lo saco a pasear y le digo: ¡Vámonos! Él: explota de emoción como si le hubiera dicho que heredó una fortuna.
Cuando me voy al trabajo, me mira como si le hubiera dicho: "Vuelvo en 7 años." Y cuando vuelvo, me recibe con tanto entusiasmo que pienso: "¿Y si dejo de salir y solo vivimos tú y yo... en este co-dependiente amor tóxico?"...
Pero no lo cambiaría por nada. Porque nadie más me ha amado tan intensamente... Jamás me juzga, ni siquiera cuando bailo y canto a todo pulmón canciones de los ochenta.
Mi perro ha hecho cosas que no me agradan y siempre lo perdono: Se orinó en mi alfombra. Yo lo consolé. Me ha tirado la cena. Lo perdoné. Me ha pasado flatulencias nucleares en la cara. Lo abracé igual. Y sin embargo... lo amo. Este es un amor con patas.
Porque su amor es puro, desinteresado y peludo. Y porque, honestamente, ¿quién más me recibiría con saltos de emoción solo por volver del súper?
Dicen que el amor verdadero no existe. Quienes dicen eso no han dormido abrazados a un perro que huele a croquetas y a felicidad.