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ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

Se alarga la sobremesa tras la cena en la cocina de la casa del Potrero. Un par de copitas de rompope para las señoras y un medio vaso de mezcal serrano para los señores quita todos los fríos -los del cuerpo y los del alma- y anima la conversación.

Don Abundio cuenta algo acerca de doña Rosa, su mujer.

-Cuando la pretendía la busqué una vez en la fuente y le pedí hablar con ella. Me dijo que no. Le pregunté por qué. Me respondió: "Porque orita hay gente aquí. Hábleme cuando no haya nadie, por ejemplo mañana a las 2 de la tarde, que todos están en su casa comiendo y yo por pura cuasualidá vendré a esa hora".

Todos reímos, y doña Rosa refunfuña:

-Viejo hablador.

Don Abundio forma con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:

-Por ésta.

Escrito en: OPINIÓN EDITORIALES doña, todos, casa, Abundio

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