
Movimiento Ciudadano y el PRIAN: un matrimonio sin testigos
"Hasta que la muerte los separe" parece ser la promesa silenciosa que une a Movimiento Ciudadano y al PRIAN en Durango. Aunque en el discurso se presentan como fuerzas distintas -una que presume modernidad, y otra integrada por los viejos partidos del poder- en la práctica han mostrado una cercanía tan sistemática que ya no sorprende a nadie.
No es la primera vez que Movimiento Ciudadano entrega su voto en el Congreso para que el PRIAN avance sin contrapesos. Ahí están las reformas aprobadas sin discusión real, los presupuestos avalados sin revisión crítica, los créditos que comprometen las finanzas públicas, e incluso la unanimidad sospechosa en la elección de perfiles afines al poder para jueces y magistrados, así como cargos clave del Poder Judicial, y el más reciente, la aprobación de la Ley de Egresos. En todas esas decisiones, la historia se repite: MC pone el voto que falta, el PRIAN se queda con el beneficio, y la ciudadanía paga las consecuencias. Pero el fenómeno no se limita al Congreso. En los cabildos municipales, Movimiento Ciudadano ha sido igualmente complaciente. Ha respaldado nombramientos, créditos, modificaciones reglamentarias y proyectos de gasto; ha acompañado sin chistar decisiones que afectan directamente a la vida cotidiana de los duranguenses.
Lo preocupante no es solo lo que aprueban, sino lo que callan. MC ha sido omiso ante los evidentes problemas de pavimentación, los contratos amañados, la corrupción en la asignación de obras, la suciedad extrema en la ciudad y el aumento visible en los niveles de inseguridad. Los espacios donde deberían levantar la voz se han transformado en silencios convenientes.
Lo más grave es la normalización. Hoy parecería lógico -casi esperado- que Durango viva sin oposición real. El problema no es únicamente que MC actúe en congruencia con los intereses del PRIAN; el problema es que vendieron lo contrario. Se presentaron como "lo nuevo", como el relevo generacional, como la alternativa a las mismas prácticas de siempre. Ese fue el mensaje de campaña, el que conectó con una ciudadanía cansada de la corrupción y de los pactos en lo oscurito. Pero una vez instalados en sus curules y regidurías, el discurso se derrumbó. Movimiento Ciudadano terminó siendo más de lo mismo, sin distancia, sin autonomía y sin dignidad legislativa.
Los partidos políticos, en teoría, son plataformas ciudadanas: espacios para que cualquier persona pueda participar, competir y representar a la sociedad. Son, o deberían ser, mecanismos para democratizar la toma de decisiones. Sin embargo, en la práctica, se han convertido en estructuras de reparto entre cuates. Se distribuyen candidaturas plurinominales como si fueran premios internos, se amarran acuerdos para garantizar cuotas de poder y se aprovechan de la esperanza ciudadana que aún cree -a pesar de la evidencia- que alguien llegará a defender causas reales.
La vía plurinominal, especialmente, se ha desvirtuado. Quienes llegan por esa ruta olvidan que su presencia en el cargo no es un regalo divino, sino un voto de confianza de la sociedad hacia el partido que los impulsó. Sin embargo, una vez sentados en el Congreso, muchos votan conforme a su conveniencia o a la conveniencia del poder en turno, no de la ciudadanía.
Ese comportamiento corroe la democracia desde dentro. La gente cree que está representada, pero, en el momento de la verdad, las decisiones se toman de manera tan sincronizada que pareciera que todos bailan al mismo ritmo, siguiendo la misma música, dirigida por el mismo grupo de poder. La política local termina convertida en un nado sincronizado donde las diferencias desaparecen y la pluralidad se diluye.
Durango merece una oposición real, no una simulación. Merece partidos que cumplan su función de vigilancia, equilibrio y crítica. Merece representantes que recuerden que ocupan un cargo para servir, no para servirle al poder. Mientras Movimiento Ciudadano siga actuando como satélite del PRIAN, lo único que se mantendrá firme es ese matrimonio político que nadie votó, nadie aprobó y nadie celebró... pero que todos estamos pagando.
@AntonioBrachoMx