
Óscar Mendoza reinterpreta la arquitectura en Durango bajo la técnica de buril
La nueva exposición del maestro grabador Óscar Mendoza irrumpe como uno de los proyectos más meticulosos y técnicamente exigentes del año. Bajo el título “La arquitectura en Durango”, el artista presenta una serie de obras realizadas con buril, una técnica centenaria conocida por su enorme complejidad y por el control absoluto que demanda del grabador. La muestra permanecerá abierta durante lo que resta de 2025 y los primeros meses de 2026.
Una técnica hipersofisticada
El buril es una herramienta de punta acerada que se trabaja directamente sobre la placa metálica sin posibilidad de corrección, lo que convierte cada línea en una decisión definitiva. Por ello, muy pocos artistas continúan practicándolo con la rigurosidad de Mendoza, quien lleva décadas perfeccionando su manejo desde sus inicios en 1997.
“Varios artistas han abordado la arquitectura de Durango, pero no desde el buril”, explicó el grabador en una entrevista durante la inauguración de la muestra, instalada en la planta alta del Museo Francisco Villa. “Es una técnica hipersofisticada, exige muchísimo trabajo y solo después de años de experiencia se obtiene el control necesario. En mi caso, fue tras un año cuando pude realmente representarla”, añadió.

Ese dominio le implicó realizar alrededor de 100 placas en su etapa formativa. Al principio trabajaba sin lentes, con el tiempo, al buscar una precisión extrema, comenzó a apoyarse en una lupa. La obsesión por el detalle, según confesó, tuvo un costo: daños permanentes en la vista que hoy lo obligan a usar lentes. “Es el precio de perseguir la precisión, no la perfección”, afirmó.
Reinterpretar, no imitar la fotografía
Las piezas reunidas en “La arquitectura en Durango” presentan un nivel de detalle que podría confundirse con fotografía, aunque Mendoza rechaza cualquier intento de imitación literal. Su objetivo es reinterpretar los edificios y rincones emblemáticos del estado desde la expresividad del buril.


“El buril transmite frialdad, pero la arquitectura duranguense está llena de barroquismos, de clasicismo, de neoclasicismo”, enfatizó. “Había que reflejar todo eso sin perder la naturaleza del grabado”.
Para lograrlo, ha desarrollado un método propio basado en una rejilla de cinco capas entrecruzadas, con la que construye luces, medios tonos y sombras. “Ese es el secreto", dijo. “Lo transmito también a quienes instruyo en la técnica”.
Cada placa exige soluciones particulares. “Si las realicé es porque vi algo atractivo en cada una: unas torres, un ventanal, una fachada, unos escalones (…) Todas demandan respuestas únicas”, mencionó.
Precisión llevada al límite
La minuciosidad de Mendoza ha llevado a que varias piezas pudieran realizarse en un día, pero solo con años de entrenamiento previo. Durante la inauguración, los asistentes destacaron de manera reiterada el nivel de detalle, e incluso repitieron, entre admiración y sorpresa, la idea de que se trata de “una locura”. El artista lo asume como parte de su proceso creativo, un impulso que lo ha llevado a desarrollar una identidad propia, alejada de la perfección idealizada y centrada, más bien, en la precisión y la fidelidad hacia sí mismo.
“Los restos de la memoria”, el núcleo emotivo
Si bien la muestra reúne edificios históricos como el Tecnológico de Durango, El Templo de San Agustín, Sagrado Corazón, Arzobispado de Durango, El Museo Regional de Durango, la fachada del Palacio del Conde del Valle de Súchil, y varios más, entre las piezas expuestas destaca “Los restos de la memoria”, un retrato profundamente íntimo de sus padres. La obra emerge del proceso doloroso que vivió su madre, quien, a causa de una enfermedad, dejó de reconocer tanto a sus hijos como a cualquier otra persona.

“Al perder la memoria, deja de reconocer gestos, manos, cuerpos, por eso los desaparezco”, explicó. “Ella ya no reconoció a nadie. Es una experiencia muy fuerte que me llevó a hacer esta pieza, pero es un homenaje”, reconoció.
Una muestra para cerrar el año
La exposición, que tomó un tiempo considerado de creación para Mendoza, cierra el año no solo del artista, sino también del museo, pues es quizá la muestra más valiosa que alberga actualmente, y que llega en una temporada que recibe su mayor número de visitantes.

Ahí, las obras dialogan con la historia del edificio y permiten recorrer la mirada del artista sobre la ciudad: una mirada que no imita, sino que reconstruye con precisión quirúrgica.
“La arquitectura en Durango” se erige así como una prueba de perseverancia y maestría técnica, además de un recordatorio de que el buril, aunque poco practicado, sigue siendo un territorio fértil para quienes están dispuestos a dedicarle años, así como una devoción absoluta.