Una vez más, la Xiqueñada de Xico, Veracruz, dejó algo más que música y fiesta: dejó sangre en el asfalto. Esta vez, el protagonista fue Roberto Pozos, un joven torero que fue brutalmente embestido por dos toros mientras ejecutaba una faena arrodillado en plena calle.
La escena, tan impactante como predecible, quedó registrada en video y ha reabierto una vieja herida: ¿es esta celebración una tradición que vale la pena mantener… o un espectáculo medieval disfrazado de cultura?
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En las imágenes se ve cómo uno de los toros lo embiste de frente, levantándolo del suelo, mientras otro lo golpea por la espalda. La cornada fue tan violenta que le arrancó parte del rostro. Paramédicos lo estabilizaron en el sitio y fue trasladado en helicóptero a Xalapa, donde fue operado de emergencia en una cirugía de reconstrucción facial.
Desde el hospital, Pozos, con el rostro vendado, agradeció el apoyo recibido y aseguró estar fuera de peligro.
Pero su caso ha encendido una discusión cada vez más difícil de ignorar: ¿por qué seguimos celebrando festividades donde los heridos y los animales ensangrentados son parte del guion?
Para algunos, la Xiqueñada es “una fiesta de identidad y orgullo”, donde los participantes “asumen el riesgo”. Para otros, es simplemente una barbarie normalizada, en la que se romantiza el sufrimiento ajeno en nombre de las costumbres. La polarización es total: mientras defensores de derechos animales piden su prohibición definitiva, otros exigen respeto por lo que consideran un patrimonio cultural.
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No existe una regulación para la Xiqueñada, informan las autoridades
El alcalde Luis Yoval Maldonado minimizó los hechos ocurridos en Xico. En conferencia de prensa, tras la difusión del video hace unos días, aseguró que sólo hubo 11 lesionados leves, uno de ellos con una herida grave en el fémur que fue trasladado en helicóptero al hospital Civil de Xalapa.
De acuerdo con el reporte de Protección Civil Municipal y en general fue saldo blanco.
Hasta ahora, las autoridades municipales no han emitido un posicionamiento claro sobre lo ocurrido. Tampoco se ha informado si se revisarán las medidas de seguridad o si se replanteará el formato del evento. Lo único cierto es que este año, como muchos otros, la tradición volvió a cobrarse un precio humano.
Y la pregunta sigue en el aire:¿cuánta sangre más necesita una fiesta para que se le llame por su nombre?