
Reflexión con el permiso de la época
Desapareció mi preocupación por la cuenta regresiva. Llegó el momento en el que mis canas y cansancio me enseñaron que era imposible detenerla.
Puedo ver hacia atrás sin la nostalgia por lo que se sabe jamás regresará y mirar hacia el frente alentado por la fantasía que presenta al recuerdo como lo realmente vivido.
Me acojo entonces a la tregua entre y dentro de los humanos que existe en el discurso de la época decembrina, de incongruencia congruente con la naturaleza del hombre confirmada por la fecha de caducidad que generalmente tienen las buenas intenciones y el deseo exacerbado de paz.
Con la licencia de la temporada, ocupo este sitio con algunas remembranzas posiblemente carentes de interés para la mayoría de las personas que aquí paseen su mirada, pero necesarias para aliviar la presión que dentro de mí ejerce el deseo de despedirme sin prisa -como si eso pudiera alejar el adiós que nadie me consultará-.
Veo entonces aquello con lo que me gané el sustento y no puedo admitir algo menos que llamarme prostituto de las letras, aunque muchas veces este oficio lo haya ejercido enamorado.
En mi calidad de comerciante de ideas y palabras bajo el nombre de asesor o consultor, serví -o al menos eso intenté- a políticos de casi todas las ideologías, diversidad que, paradójicamente, reunió a quienes desbordaban o contenían su interés por el lucro en la unidad de la esencia del ser humano, esa que invariablemente lo viste con una escala de grises en la que ni el blanco ni el negro puros tienen cabida.
Recuerdo uno de mis primeros discursos en la clase de comunicación verbal que llevé en la preparatoria, donde arremetí con suma ferocidad contra el régimen priista y dije que aliarme con ese partido me convertiría en traidor a México…
Evoco luego la continuidad de mi animadversión contra un panismo vestido de ángel para esconder la seducción que lo hacía sucumbir ante las tentaciones sin ideología, invitaciones abiertas a la naturaleza imperfecta del hombre, en la cual el placer del momento las más de las veces supera al temor por el juicio de la historia y del "dios" que el poder diseña a la carta.
Repaso finalmente mis ideales a favor de la igualdad de los seres humanos, de la lucha contra las oligarquías opresoras, del combate al control de las vidas de muchos por los intereses de pocos y del disfrute y cuidado por igual del mundo de todos, y poco después me estrello contra la realidad que me muestra fui usado para que el lodo que había en la superficie del poder político fuera sustituido con el que existía en el fondo de este, expatriando, de paso, a la razón para suplantarla por una cuasi religión que como tal se considera incuestionable y poseedora de la verdad plena.
¿Qué concluyo de este vistazo a la historia que acompañé? Aunque pueda parecer o ser incongruente, debo reconocer que en cada tramo de este camino encontré personas con grandes razones y valores, evidencias del absurdo que es pretender agrupar en corrientes políticas la "bondad" o "maldad".
Propongo pues, retornando a mi idealismo, sumar caminos para hacer del encuentro de ideas la base de la transformación real de las circunstancias que vive el país, evidentemente hoy amenazado por la posibilidad de que la vigente opción política termine en una nueva decepción, lo que franquearía, aún más, el paso a poderes regionales ajenos a la democracia o hasta tentaría la imposición de posturas extremas.
Si la vida del ser humano es la breve pausa de la nada que se inserta en la extensa cadena de las otras pausas formada por sus semejantes, no estremecería neuronas y sí confirmaría la existencia del hilo negro al recordar que el hombre y su sociedad actual gozan de una oportunidad cada vez mayores para aprovechar las experiencias y saberes de quienes les precedieron.
La luz arrojada por los años convertida en recuerdos, curiosamente cuando se aproxima la oscuridad, lleva a pensar que aislar el conocimiento en grupos, buscar fieles no razones o adjudicar validez única al pensamiento identificado por siglas muestra a la mentira como la realidad de la época.