
Relatos de aparecidos
El fantasma del Parque Guadiana
Por el año de 1942, mes de enero para ser más exactos, se dio por hablar del fantasma del Parque Guadiana, que se dijo se aparecía por la noche, elegantemente vestido, bien trajeado, tocado con un sombrero estilo londinense , que caminaba con gran velocidad y desaparecía en la puerta de madera del Club Deportivo Ariel, arrojando flamas por los pies.
El fantasma de la Felipe Pescador
El chofer Manuel Hernández, alias "El Ratón, por el mismo año de 1942, y a mediados del mes de enero, con el pánico estampado en el rostro, juró y perjuró que vio un fantasma, poco antes de la hora del perro, esto es a las dos de la madrugada, del 17 de enero, mismo que se le desapareció en uno de los camellones, por lo que no dudó en considerarlo como un ser de otro mundo.
El fantasma que viajaba en coche
El sábado 27 de abril de 1942, el joven chofer Juan de los Ríos, relató a Diario de Durango de esa fecha, número 6204, que el jueves 23, como a las tres y media de la madrugada, en el crucero de Voladores y 5 de Febrero, un tipo elegantemente vestido, tocado con sombrero a la última moda, le hizo la parada y que abordó el coche, pero que cuadras más adelante, esto es, en las calles 5 de febrero y Apartado, al preguntarle a donde quería que lo llevara, al no obtener respuesta, volteó para atrás, dándose cuenta con espanto que el asiento iba vacío. ¿No sería el mismo fantasma del Parque Guadiana, que le habían dado ganas de viajar por el Estado?
El vampiro de Gómez Palacio
Por el mes de abril de 1945, corrió la conseja de que en Gómez Palacio, Dgo., había aparecido un vampiro en forma de murciélago gigante. Después se dijo que un vampiro había aparecido en Tepehuanes, haciendo que los aterrorizados vecinos, pintaran cruces en puertas y ventanas para ahuyentarlo. ¡No sería el mismo de Gómez Palacio, que le dio por pasearse.
La casa de espantos de la calle Ocampo
Cuenta Everardo Gámiz, que había en la calle Ocampo, una casa antigua de construcción española, de dos pisos, que frecuentemente estaba desocupada, en virtud de que durante la noche se escuchaban rumores extraños de cadenas y cueros, puertas que se abrían y cerraban con estrépito, sonar de timbres en las habitaciones, el fru fru de la seda, el rumor de pasos de calzado de mujer y el olor de delicados perfumes. De vez en vez se veía la casa profusamente iluminada, ataviada con lujo deslumbrador, sus habitaciones alfombradas luciendo elegantes ajuares, las puertas con hermosas cortinas, observándose en sus pasillos y departamentos un ir y venir de gentes, criados en librea cargando piezas de ropa, otros charolas de vinos apetecibles; todo hacía ver que aquella casa, había sido habitada por un potentado colonial. Sigue contando Everardo Gámiz que una vez arribó a Durango una familia muy pobre, montando modestos pollinos y que como no tenían donde pasar la noche, pidieron permiso para hacerlo en aquella casa, mismo que les fue concedido, no sin advertirles que tal vez no la pasarían nada bien por espantar allí de una manera escandalosa. En la media noche notaron que la casa se iluminaba repentinamente y que se producía un ruidoso barullo, por lo que asustados salieron precipitadamente, pero en la fuga se les olvidó un niño que permanecía dormido, no atreviéndose a regresar por él hasta que amaneció. Cuál sería su sorpresa, que lo encontraron sentado y sonriente con una carta en la mano que dijo le había entregado un señor muy elegante, en una charola, haciéndole una caricia en la mejilla y desapareciendo. La sorpresa fue mayor cuando leyeron la carta, que decía que en cierto lugar de la casa había un gran tesoro, recomendando que lo sacaran para tranquilidad de muchos espíritus que vagaban penando. Así lo hicieron, y no se volvió a saber nada de ellos, ni del rumbo que tomaron.
Los fantasmas de la calle Mina
La conseja pública dijo que en la segunda cuadra de Mina, había una casa que los vecinos ocupaban nada más un día o dos, porque había ruidos siniestros, que se escuchaban cuando el reloj de Analco marcaba las doce de la noche. Se contó que un tiempo fue habitada por revolucionarios, mismos que informaban a sus superiores sobre la aparición de duendes y ruidos siniestros, asegurando que en las paredes se encontraban esqueletos humanos y que en tiempos inmemoriales había estado habitada por sacerdotes católicos.