Desde hace casi tres décadas, don Arturo ha estado viviendo en las calles de varios estados del país, sobre todo en Durango, donde se le puede ver caminando mientras empuja un diablito en el que carga sus cosas, o en alguna banca.
Su vida no siempre fue así. Como todos, tenía ganas de progresar, por lo que en su juventud se fue a Estados Unidos a trabajar e incluso se casó allá, pero su relación no funcionó. Al regresar a México, su situación se empezó a complicar hasta llegar al extremo de no tener donde vivir.
“No tengo familia y soy muy pobre, no soy gente rica o acomodada. Hace como 25, 30 años que ando en la calle. No tengo familia a donde acercarme, ese es el principal problema. Perdí a mi madre a los cuatro años, ella era de Chihuahua; y mi padre era de aquí de Durango, de Guanaceví. Mi padre me llevó a vivir con él, pero murió cuando yo tenía 10 años y quedé a la deriva”, compartió.
Pese a encontrarse en una condición de extrema pobreza, no es beneficiario de algún programa social, por lo que no ha podido romper el círculo de la pobreza.
“No califico porque piden prueba de domicilio y yo no tengo domicilio; de teléfono, y tampoco tengo. Y pues, ni modo, qué se le va a hacer. Yo trato de conseguir trabajitos livianos que pueda hacer para mantenerme y saco para la comidita y para mis medicinas, tengo alta presión”.
A diario observa que cada vez hay más personas en su condición y muchas de ellas empeoran su situación por las adicciones. “Cae la gente en la calle y ahí levantan toda clase de mugrero, toda clase de mal récord y todo eso. Muchos se abandonan por completo y se tiran a los vicios, a las drogas, a todo eso. Y arruinan más su vida, en vez de componerse. Yo no tengo vicios, dejé de tomar a los 30 años, desde entonces no tomo ni una cerveza, yo era muy borracho pero en Chihuahua y en California. Yo nací en Chihuahua, pero viví muchos años allá en el otro lado (...) Pero nunca he salido de la pobreza, trata uno de salir de la pobreza y no puede”.
“La mejor medicina para salir de la pobreza es la educación y aún así no hay garantía. El crecimiento de la población es mayor que el crecimiento económico, hay tres o cuatro personas luchando por el mismo trabajo”, platicó.
Y aunque los modelos económicos actuales y la falta de políticas públicas preventivas desplazan a miles de personas a la pobreza extrema, no muestra resentimiento hacia quienes toman las decisiones, aunque cree que hace falta mayor empatía tanto por parte de las autoridades como de la sociedad en general.
“Que tengan más comprensión para la gente que no pudimos hacernos de un buen patrimonio en la vida, porque habemos mucha gente pobre. Pero hasta ahorita la pobreza no es delito ni vergüenza porque gente pobre hay en todas partes, en todos los países del mundo y qué culpa tenemos de eso”, concluyó.
Una vez concluido su descanso y después de haber compartido sus reflexiones, tomó sus cosas y siguió caminando por las calles de la ciudad, con la esperanza de que un día la situación mejore.