
Reflejo. Al ser la principal vía de conexión, el ferrocarril quedó plasmado en diversas obras de arte.
A lo largo de décadas, las vías del ferrocarril fueron el esqueleto que unió a Durango. Su construcción no solo llevó modernidad a regiones apartadas, sino que definió la distribución poblacional, el crecimiento económico y la identidad cultural de todo el estado. Pero así como su llegada fue símbolo de progreso, su declive representó también la lenta muerte de decenas de comunidades que vivieron y crecieron alrededor de una estación.
Actualmente, varios de esos poblados que nacieron con el tren, sobreviven solo en la memoria de quienes las habitaron o en las ruinas de estaciones abandonadas, invadidas por el silencio y el polvo.
PUEBLOS "SOBRE RIELES"
El proceso de modernización ferroviaria en Durango inició a finales del siglo XIX como parte del esfuerzo nacional por integrar un país dividido geográfica y políticamente. En 1892, el Ferrocarril Internacional conectó a Durango con las nacientes ciudades de Torreón y Piedras Negras. Luego llegaron el Ferrocarril Central y varios ramales que atravesaron las regiones de la Sierra, Valle y Semidesierto.
Conforme se trazaban las rutas, cada estación traía consigo comercio, movimiento, migración y desarrollo. Así surgieron comunidades como Tapona, Estación Simón, Otinapa, Empalme Purísima, Tuitán, San Francisco de Ocotán, Sandías, Gabriel, Guadiana, entre muchas otras. Algunas fueron fundadas por la propia empresa ferroviaria, otras simplemente crecieron con la vibración de las vías. Estas estaciones funcionaban como nodos sociales, pues recibían y enviaban pasajeros, transportaban ganado, productos agrícolas, madera o minerales, y eran punto de encuentro para toda la región.
Javier Guerrero Romero, cronista e historiador de Durango, explicó que los poblados que se desarrollaron en torno al ferrocarril tenían distintas vocaciones ya fuera agrícolas y ganaderas, en los llanos; forestales, en la Sierra, o mineras en la zona Norte. Pero todos compartían el eje común de que dependían del tren como medio de vida y conexión.
El esplendor ferroviario se vivió entre los años 30 y 40 del siglo XX, antes de la llegada de una red carretera eficaz. Durante ese tiempo, los trenes eran el principal medio para transportar personas y mercancías a grandes distancias. El correo, la comida, las noticias, el comercio, incluso el entretenimiento, viajaban en tren.
Pero el desarrollo carretero en los años 50, así como la expansión del transporte por autobús y camiones, empezó a quitarle terreno al ferrocarril. El proceso fue paulatino, pero irreversible. Las rutas que no eran rentables cerraron, volviendo esporádico al servicio de pasajeros y luego fue suspendido. Para 1992, la desaparición definitiva del servicio de pasajeros dejó a cientos de comunidades desconectadas. Guerrero Romero refirió que mientras algunas poblaciones lograron adaptarse gracias a nuevas vialidades, otras quedaron fuera del trazado carretero y empezaron a perder población. Tapona, por ejemplo, hoy está prácticamente abandonada. Estación Symon, que fue una de las más grandes en San Juan de Guadalupe, es ahora prácticamente un pueblo fantasma. Tuitán, Independencia y Libertad y Estación Guadiana, que antes eran puntos clave del comercio regional, sufrieron el declive en diversos rubros.
"Los poblados siguen existiendo, prácticamente no hay ninguno que haya desaparecido como tal. Pero perdieron el auge económico, poblacional muchos de ellos son sitios que están poblados por una o dos familias en este momento, cuando hace 100 años y todavía en los 90s había numerosas familias que estaban establecidas ahí", apuntó el historiador.
HISTORIAS DE ACERO Y TIERRA
El tren no solo fue motor económico, también innumerables historias, tragedias y relatos que permanecen en el colectivo por diferentes motivos. Entre los más conocidos está la explosión de un tren cargado de dinamita en Gómez Palacio, ocurrida en los años 50. El estallido devastó parte del norte de la ciudad y provocó decenas de muertes. Se le recuerda aún hoy como uno de los peores accidentes ferroviarios de México.
Otro suceso emblemático es el asalto al tren en Carpinteros, cerca de la presa Peña del Águila, durante la Guerra Cristera en los años 30. Cristeros armados atacaron un convoy, en un episodio de violencia que marcó a la región. Pero quizá el más famoso es el asalto de 1904 entre Bermejillo y Gómez Palacio, donde cuatro forajidos tomaron por asalto un vagón de valores y que dio origen al célebre corrido de "Los Dos Amigos", que narra cómo huyeron a Mapimí y llegaron hasta Guanaceví. "Está documentado, fue un hecho real y es el asalto más famoso en el que hubo cuatro muertos, cuando un grupo de forajidos asalta el vagón de la Wells Fargo", dijo.
EL SILENCIO TRAS LOS RIELES
Hoy solo sobrevive una línea ferroviaria activa en Durango que es la ruta hacia Torreón, utilizada exclusivamente para transporte de carga minera e industrial. Las demás vías están inactivas o desmontadas, principalmente por robo. Las estaciones, cuando no han sido demolidas, están abandonadas o reconvertidas en viviendas, bodegas u oficinas.
Durango fue, durante casi un siglo, un estado de trenes. Hoy, los pueblos que prosperaron con el auge ferroviario son escasamente conocidos por las nuevas generaciones.