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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

¿Qué extraño sentimiento es éste que en los últimos días me ha traído mohíno e irritado?

Lo diré a pesar de mí: es envidia.

Miserable pecado es el que Ripalda definió como "tristeza del bien ajeno". Entre todos los pecados capitales la envidia es el único que no brinda ningún placer al que lo comete. El envidioso no siente gozo alguno; antes bien sin darse cuenta rinde homenaje a aquél a quien envidia. Hace días le presté a un amigo mi casa del Potrero para que durmiera en ella. Me contó que esa noche se le apareció el fantasma de una bella joven vestida con una bata de fina seda blanca. Al verse ante mi amigo la espectral muchacha abrió la prenda y se le mostró en toda su maravillosa desnudez.

Anoche yo estuve en la casa del Potrero. Se me apareció la joven, pero no abrió su bata para mí.

Envidia.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador apareció, amigo, casa, abrió

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