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Siglo Gourmet - A la carta con Nuño

HERENCIA

Siglo Gourmet - A la carta con Nuño

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JOSUÉ NUÑO

Tengo un estómago pata de perro y anda por muchos lados. En esta ocasión me trajo a Herencia, cocina norestense, un local que está en el Campestre La Rosita. Lo que va a leer fueron mis impresiones, así que ¡corre y se va!

Si a usted, buen lector y lectora, le desespera el color negro, este restaurante no le va a quedar. Las cortinas, las servilletas, las mesas, las sillas, la barra… todo es oscuro. Eso no está mal, pero es lo primero que resalta cuando entras. Pese a este detalle, la atención de los meseros, la comodidad del mobiliario y la rapidez con la que sacan los platillos, lo va a tener aquí, eso es seguro. 

Para recibirme, el mesero trajo 3 salsas. Hasta aquí todo bien, pero los totopos brillaron por su ausencia y con el hambre que ya sabe que siempre me da, no me quedó más remedio que probarlas a cucharazos. Y hubo sorpresas. La preparación de salsa tatemada con jalapeño y tomate, es sabrosa; solo les falta molerla un poco más, un pelín, para que no te encuentres grandes trozos. Otra de ellas fue la famosa salsa falsa de aguacate, picosa y bien preparada; pero pusieron una que me sorprendió: salsa de soya, cilantro y cebolla picada con pequeños trozos de chile. Esa cosa es una delicia. 

La carta aquí en Herencia no es complicada y eso se agradece, no se desespera uno al elegir. De entrada, ordené los frijoles con veneno. En un plato te traen unos frijoles bien chinitos y abundantes, es decir, refritos y guisados con chorizo. Me acordé de casa de mi abuela y sus cenas los domingos por la noche. El famoso veneno es un asado donde el chile pasilla es el protagonista. Solo tuve una queja: me quisieron cuidar tanto que pusieron poco veneno y, en cambio, me mataron con la sal ya que se pasaron tantito. ¿Cuánto costó? 130 pesos. La entrada es llenadora y las tortillas pasadas por aceite que te ponen hacen toda la diferencia. 

Después se me ocurrió pedir 3 tacos para calar la vena mexicana de la gente en cocina. Nada más le digo una cosa antes de seguir, eso de pasar las tortillas por aceite es riquísimo y apocalíptico, pero a veces eso hace que se vuelva guanga y todo el relleno se te resbale entre las manos y en pedacitos, como un corazón roto. Eso pasó, pero por los guisos y la sazón, se las perdoné. El primero que probé fue el taco de rib eye (70 pesos). Estaba bastante lleno, pero el tuétano con que lo anunciaban estuvo un poco escaso. La carne era suave y de calidad, eso sí. Le recomiendo que lo acompañe con la salsa tatemada. El segundo fue el de chicharrón tipo Ramos (50 pesos). En muchos locales lo he probado y les queda duro, seco o demasiado grasoso. Pero el de aquí es suave, bien guisado en ese punto donde con cada mordida lo disfrutas. El último fue el taco de pescado estilo Baja California (50 pesos) y para este se necesitan redilas. Lo acompañan con col blanca, pico de gallo y una mayonesa de chipotle, pero el pescado capeado se les pasó de tueste un poco. 

Después ordené un New York de 300 gramos en 315 pesos. No me preguntó el mesero el punto de la carne, así que me encomendé al capricho de quien la prepara y sí que le atinaron como me gusta: un poco roja al centro, donde con cada mordida saboreaba una proteína suave y riquísima. ¿Con qué acompañan a todo esto? Aquí las cosas se volvieron medio turbias. Te ponen tres espárragos asados que se disfrutan; además, un tanto de pimiento morrón asado que combina excelente con la carne, pero la media pasa asada envuelta en aluminio, con virutas de tocino y queso espolvoreado, tenía partes frías. Y eso desentonó con toda la preparación. 

Para el final se me ocurrió pedir, no más por curioso, los camarones cuchupetas. Ya me sentía de regreso de Mazatlán y en Villa Unión, un poco derrotado y feliz por los excesos de un buen fin de semana en la playa. Los 8 camarones que preparan al carbón no tienen queja. Los parten a la mitad y marinan con ese menjurje ya bien clásico; se les desprende la piel entre una salsa sabrosa y tatemada que no quieres que acabe. Cuestan 320 pesos, pero los acompañamientos tienen poco sabor. Debajo de los camarones, a modo de camita, acomodan un arroz igual de insípido que el discurso de un político en mitin de campaña; la ensalada de hojas verdes con cebolla morada, tomate y aderezo de soya es muy sencilla; pero las papas a la francesa que ponen en un ladito del plato, son congeladas, de bolsa de HEB. Lo más rescatable fue le queso que les rallan encima. 

En Herencia se nota que la comida tiene corazón. Usan buenos ingredientes, saben prepararlos, pero por los precios que manejan, algunas de sus presentaciones contrastan con ese esfuerzo que le ponen. Volveré, le eché el ojo y el hambre a sus hamburguesas. 

Las recomendaciones que le propongo para la comida pecadora de la semana son las siguientes. Si usted es de estómago curtido como yo, en la ciudad de Gómez Palacio, entre Matamoros y Victoria, en la mera esquina del bar El Triunfador, por la tarde venden ubres de res doraditas. Son una extraña y rica exquisitez, vaya que sí. La otra, en esta misma ciudad, la va a encontrar en CocosElados (así búsquelos en Facebook). Es un local de mariscos en la colonia Santa Rosa, entre calle de la Rosa y esquina con Urrea. La media mariscada que pedí (160 pesos) es de otro mundo; sobre una cama de pepino y verduras preparadas, acomodan trozos de atún con serrano, aguachile a elección (yo lo pedí negro), camarón cocido y pequeños callos de molusco. Es llenador, rico, con tostadas y salsas a elección. Probar esta delicia me puso feliz en la comida de la tarde.

Escrito en: Siglo Gourmet A la carta con Nuño poco, salsa, comida, ponen

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