Espacios diseñados para las neuronas
Los espacios físicos pueden generar emociones en las personas. Un lugar pequeño y oscuro no tendrá el mismo impacto que uno grande. Abierto, con iluminación y hasta elementos de la naturaleza. Una vez que los especialistas investigaron más a profundidad esto, se creó la neuroarquitectura, una disciplina que estudia la forma en que un espacio físico afecta al cerebro, el estado emocional y el comportamiento.
Los neurocientíficos, Peter Eriksson y Fred H. Gage, descubrieron, en 1998, que el cerebro de los humanos era capaz de generar nuevas neuronas en la edad adulta si había un ambiente que lo estimulara. Los investigadores concluyeron que las viviendas y el entorno pueden modificar el cerebro e influir en el cambio conductual, fue así como surgió la neuroarquitectura.
"No tiene muchos años que se descubrió que nuestro cerebro tiene plasticidad. Antes se creía que las neuronas eran las únicas células que no se reproducían, que si se te moría alguna no había forma de recuperarla, pero se descubrió que sí se reproducen, especialmente en el área del hipocampo donde están los nuevos conocimientos.
"Este hallazgo ha resultado de gran importancia básica ya que también se reveló que los espacios físicos pueden ayudar de manera más importante a esta regeneración", indica la arquitecta Bertha María Carrasco Mar, profesora de la asignatura en la materia de Neuroarquitectura en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
RELACIÓN ANCESTRAL CON LA NATURALEZA
Si bien esta es una disciplina relativamente nueva, los espacios arquitectónicos y cómo pueden afectar el comportamiento o el estado de ánimo de las personas que los habitan, tiene un origen ancestral que data incluso, previo a que el ser humano fuera capaz de construir sus propias viviendas.
Los lugares elegidos por las comunidades para edificar sus casas y ciudades sí tenían un sentido de funcionalidad y protección, pero también estaba relacionado con la tranquilidad que les proporcionaban y con sentirse cerca de la naturaleza, uno de los preceptos básicos de la neuroarquitectura.
Otros descubrimientos que ha realizado la neuroarquitectura es que los sitios también pueden activar la amígdala, un área del cerebro donde se genera el estrés y que responde a las formas del recinto. Aquellos espacios y formas puntiagudas, caóticas o cuadradas provocan mayor tensión que las curvas o formas orgánicas donde las personas van a sentir mayor confort y tranquilidad.