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Un grito que nadie escuchó

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Un grito que nadie escuchó

Un grito que nadie escuchó

LUIS LOZANO

Faltaban tres minutos para las siete de la tarde del domingo. Saúl, de 21 años, había iniciado la recta final de la última de sus decisiones de vida: la muerte.

Sin embargo, a diferencia de la gran mayoría de los casos como el suyo, él alcanzó sacar -justo a esa hora- una mano del fango en que aparentemente estaba atrapado, buscando quien lo estirara hacia arriba y evitara que se hundiera para siempre.

Pasaron, desde que lanzó ese grito de auxilio, más de tres horas. Nadie le hizo caso. Murió asfixiado por sí mismo. El más reciente caso de suicidio registrado en el estado, ocurrió la noche del domingo en el fraccionamiento Los Arbolitos II, un asentamiento de corte popular que -de acuerdo a algunos de sus habitantes- no es lo que esperaban cuando decidieron adquirir su vivienda.

Es, literalmente, el último rincón de la ciudad. Colinda al poniente con Valla de Guadalupe, al norte con Villas del Guadiana y al sur con Los Encinos; al oriente no hay más, solo tierras ejidales que posiblemente jamás lleguen a poblarse.

Sus calles principales poco a poco han perdido el pavimento, las áreas verdes dejaron de serlo y un hay espacios de uso común que garanticen sano esparcimiento. Los jóvenes que ahí viven, deben ir lejos para satisfacer sus necesidades primarias. Y en el camino, se desvanecen parte de las buenas costumbres que sus padres buscan inculcarles. La calidad de vida ahí, pues, es sumamente limitada.

En ese entorno vivía el joven en cuestión. Sober Uno se hacía llamar, nombre adoptado en su lucha por destacar recitando sus rimas callejeras.

Siete minutos antes de las siete, del domingo 25 de febrero, publicó en su muro un mensaje que -para cualquiera que sea más humano que inhumano- debería ser estremecedor: CUAL ES LA MANERA MAS EFICIENTE DE MORIR PERO YA. Así, sin signos de interrogación; así, en mayúsculas.

Llovió un mar de mensajes, en su mayoría de broma y acoso, por parte de sus aparentes amigos. Se infiere ello a partir de la familiaridad con que, con términos toscos y altisonantes, algunos incluso se ofrecían a asesinarle.

Su interacción duró seis minutos: a las 19:03 minutos del domingo, expuso la opción "Mejor colgarme de un árbol", ante la sugerencia de una joven que le recomendó "un jalón de huevos" (sic). No hubo más: cuatro horas con 20 minutos después, a las 23:23 horas del domingo, Sober fue encontrado muerto tal y como advirtió que lo harían en un lote baldío, cercano a su casa, junto a una escuela. De entre las decenas de comentarios que hubo en su publicación, solo uno mostraba preocupación: una mujer que, amargamente, le pedía contestar el teléfono, cuando quizá ya había expirado.

Tras el acontecimiento, el que esto escribe habló con un par de especialistas respecto a lo ocurrido. También ellos quedaron impactados con la macabra combinación: un explícito grito de auxilio, acompañado de una carente comprensión e intención de ayudar; no por falta de intención, sino por indolencia e ignorancia. Había una ausencia absoluta de educación para la salud mental entre el entorno completo del ahora fallecido.

El sábado pasado, en el programa que este editorialista conduce en un canal local de televisión, el panel de especialistas invitado coincidió en la ausencia de mecanismos formativos que eduquen a los niños para cuidar, también, su integridad emocional.

A todos, seguramente, nos enseñaron en la escuela la utilidad de lavarnos las manos antes de comer y después de ir al baño; para a ninguno le mostraron, siquiera, el significado de la palabra "depresión". Y todo sigue igual, pese a que dicha enfermedad, es el mal del momento a nivel mundial.

En lo que va del año, se han perdido 18 vidas en circunstancias similares. Pero esta, la más reciente, nos da claridad respecto a lo enferma que está la sociedad y la urgente necesidad de sanarla.

En otros países, casos llamativos de suicidio han dado pie al fortalecimiento de políticas públicas que, en ya varios casos, han permitido que hoy estén ya en la curva descendiente de esta problemática. Aquí, ¿cuándo?

Las cosas no están bien. Todos, cada quien, usted y yo, algo debemos hacer.

Twitter: @luizork

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