Viajero de la luz

Hasta allí era hora de entreverar pensamientos y latidos: camino de los años dando vida, obligándome a seguir caminado entre los cinco. Una congelada lágrima aterida de miedo cayó pesadamente horadando el suelo, mientras mis pies arrastraban pánico…

¿Acaso pedía asilo, compañía, brizna de miel para endulzar el ánimo? Las palabras maltratadas por veredas sin rumbo atestadas de cardos, piedras de hormiguero cubrían la piel., Ya no tenía más pasos la oración envejecida secretos divulgaba al aire de marchitas doctrinas.

Me sentí solo, sin sentimiento de la amada. ¡Vamos! Ni la curva milagrosa de la deteriorada bendición materna. El lúgubre páramo donde escribieron la historia los milenio, con su manto mi silueta hería. Ninguna nube entre la atmósfera, olvidaba el sabor que encierra la gota con que ríe la lluvia. Las manos caían formando escombros sobre la lengua del camino.

Levanté la vista, sangre enlodada era el camino cruel de la tristeza... Los ojos pozos de pesadumbre, nidos de lágrimas, sintieron el diluvio rondín de esferas, lavando con sus aguas el cuerpo trapazado por aristas candentes del desamor…

Otro viajero allá de la luz, silueta rondando el erial donde la vista acaba. Rostro carcomido, un casco de acero le cubría hasta el arco de las cejas. Voz de trueno, eructó grave, resonó directa en mi oído motivado en sorpresas.

Dijo: señalando hacia nosotros:

Ladran como perros sin calor, patas cojas, en los ojos la chispas del hambre corrosiva. En medio de ilusiones sudan fobias añorando amores…

Aquí acaba todo, vamos vamos en busca del espacio que otro ocupa. La verdad es del fuerte, tenerle duelo al pusilánime es enfermar la vida, no merece lo que pisa, viva el que luchando lo merece.

No ver las tumbas en que moran los que no supieron combatir. La guerra es tamo, esparce en derredor de las potencias donde bulle un caldo selectivo. No hay vencedores ni vencidos, al final del holocausto la soledad que amarga el alba lamerá la tierra…