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Cuando despertamos el cerro todavía estaba allí

LETRAS DURANGUEÑAS

Cuando despertamos el cerro todavía estaba allí

Cuando despertamos el cerro todavía estaba allí

FCO. JAVIER GUERRERO GÓMEZ

Son ya muchos años, se dice fácil, pero solo los que estamos aquí en el olvido, con el pensamiento a cuestas sabemos lo que pudo haber sido… Los que escribimos la página que nadie quiere leer. Solo nosotros sabemos lo que duele el volver los ojos atrás, saber lo que es irse forjando la ilusión, así nada más porque sí, la vida no nos dejó concluir lo que iniciamos. Cada año con sus miles de horas acumuladas en nuestra espalda, mordiéndonos lo poco que nos queda de esperanza. No hay odio, ni siquiera sorpresas, todo se fue dejando lentamente embarrado en las neuronas del recuerdo.

Era uno de esos días de junio, de los primeros, cuando la primavera está en romance con la naturaleza. Todos gritaban, corrían, yo era uno de ellos, mi cuerpo y espíritu pertenecían a la gritería que poco a poco iba formando la idea de la rebelión.

-¡Al Cerro, al Cerro! -mis pasos seguían la voz automáticamente, el eco de la muchedumbre me calentaba la sangre, y corría lleno de un sabor propio de patriotismo o algo parecido.

Era necesario dejar el tan estudiado libro, meterse a lo que más se pensó. Día a día la conciencia brotaba desde el fondo de la intranquilidad, como si frente a nuestros ojos alguien quita el mendrugo de pan, para alimentar al perro del patrón. Nadie decía nada cuando más difícil era la solución, todos permanencia con dormida presencia. Mirándose dormir unos a otros, Había tantas cosas que decir y que se hablaban al vacío, como si las palabras se adentraran en un hoyo hecho en la tierra con nuestras propias manos.

El cerro, la esperanza del progreso, fuente que irradiaba luz, que importaba el precio, dejar un momento el estudio… Nuestros ojos veían algo que ocultaba el cerro, ya no era el metal que fosforecía a la oscuridad de la ignorancia, era justo que el valor de tantos pulmones fue puesto en realidad. La mina era del pueblo. Tomaríamos el cerro a pesar de pesares. Dentro de cada uno no había cavidad para más sentimientos. Por eso nos lanzamos, todo lo que nos rodeaba impulsó a buscar un poco de cordura en todas las mentes.

Todo iba bien, las peticiones comenzaron a desfilar. El pueblo os brindó su apoyo, escuchó la voz de los estudiantes, éramos uno solo, hasta los trabajadores de la mina nos brindaron su mejor sonrisa.

Allí quedaron varadas las góndolas que se robaban el metal para las grandes fundidoras, quien sabe de dónde nos nacieron las fuerzas, para abrir aquellos carros de ferrocarril para que vomitaran su carga. Y luego allá arriba, hasta un tórton mandamos rodando hasta las faldas del cerro. Era de nosotros, nuestros campamentos comenzaron brillar a la luz de las estrellas, las guitarras aprendieron nuevas tonadas, todos éramos poetas.

Así pasaron los días, lo que comenzó con el heroísmo en ciernes se fue haciendo largo como las horas. No teníamos ninguna respuesta. En la Plaza de Armas las arengas sacudían el aburrimiento del pueblo, destrabamos los mejores discursos, la gente aplaudía con la certeza de que algo había allí que los motivó. Solo que la ilusión no se hizo realidad, la economía era flaca, no había lo suficiente para lograr el triunfo. Las ansias se estrellaron en el monstruo metálico, la materia prima no era suficiente para saciar el hambre de progreso Solamente las palomas de Catedral no abandonaron la palabra empeñad, seguían dando vueltas con las ilusiones de los estudiantes.

Llegaron las promesas de los altos mandatarios, la realidad fustigó una vez más los rostros flacos de los que en el cerro lloramos la muerte de uno de nosotros, alguien culpó a la ruleta rusa, allá las conciencias de quienes resulten responsables.

Un día bajamos del cerro, todavía el polvillo colorado nos uniformaba. Ya no era la mismo. Los jóvenes del 2 de Junio que izaron la bandera de la lucha, iban tristes, sus pasos descendían el pasado, las lágrimas eran sorbidas, pero quemaban más, aún más que las fogatas en el cerro.

La gente poco a poco se olvidó del parte aguas de la vida durangueña, todo siguió igual. Solo que hoy a tantos años, me sentí con ganas de decir algo, ese algo que como un gargajo me estaba tapando la respiración...

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS poco, Solo, cerro,, ojos

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