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CARLOS CÁRDENAS

En mi experiencia personal impartiendo algunas conferencias y seminarios sobre historia del arte me he encontrado con distintos panoramas con respecto a la actitud de algunos públicos de frente a la concepción del arte, sobre todo al ARTE con mayúsculas.

Aunque todos recibimos una formación distinta en relación al tema, hay ciertos valores que se han impuesto durante mucho tiempo y que no permiten el disfrute de otras expresiones.

Constantemente encuentro algo de prejuicio hacia el arte moderno, proveniente, sobre todo, por conceptos estéticos que provienen de la tradición artística occidental, genios como Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, Caravaggio , Rembrandt, Murillo, Velázquez, entre otros acaparan el catálogo de lo que reconocemos como Grandes Maestros, posteriormente, tal vez sean los impresionistas los que nos han dejado un recuerdo más permanente con Manet, Monet y Renoir a la cabeza, no se diga la presencia obligada de Van Gogh y por supuesto Picasso. Pero cuando nos adentramos al siglo XX pareciera que las audiencias empiezan a comportarse de manera distinta, hasta con rechazo, se convierte en un terreno sospechoso y poco accesible, hermético.

El arte experimental dejó de mostrarnos la belleza de las formas naturales sustituyéndolas por abstracciones de la realidad, soluciones visuales que, motivadas por los avances de la ciencia, establecieron una nueva plataforma para definir lo artístico.

Mientras que para los egipcios o los bizantinos el arte debía cumplir con parámetros bien definidos para su cumplimiento permaneciendo inalterable durante siglos, para la modernidad sería inconcebible que lo artístico no fuera desarrollado en el ámbito de lo revolucionario, de la novedad y originalidad. Sin embargo y a pesar de lo mucho que pudiera decirse en relación a las distintas expresiones artísticas a través del tiempo y lo mucho que se alejan unas de otras, lo cierto es que haciendo una profunda revisión de la historia del arte llegaríamos a la conclusión que cada una de las manifestaciones del arte es consecuencia natural de la anterior y que su reconocimiento se basa en haber reflejado, de alguna forma, el espíritu de su tiempo, pero sin dejar de buscar, como diría Baudelaire (1821-1867): “lo eterno en la fugacidad del instante”.

La confusión que nos invade cuando queremos relacionar como arte un retablo de Rubens (15771640) y un urinario descontextualizado como ‘Fuente’ de Marcel Duchamp (1887-1968) depende de muchos factores, entre ellos la idea de asociar la actividad artística solamente con la parte del goce hedonista y dejarla fuera de su contexto histórico; cierto, encontraremos expresiones que nos resulten poco atractivas y otras pobres en comparación con el apabullante ejercicio artístico de un gran talento, eso se da en todas las formas de arte, pero más allá de una comparación de calidad, sería interesante tomarse el tiempo para preguntarse hasta donde hemos ignorado como espectadores el mensaje del arte de nuestra época, tal vez descubriríamos sorpresivamente que nada refleja mejor la sociedad hiperconsumista, violenta y materialista en la que vivimos que las desconcertantes, perturbadoras y en ocasiones vacías expresiones del arte actual.

Escrito en: GALERÍA SEISDIECIOCHO arte, tiempo, mucho, expresiones

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