Kiosko

Identidad y transformación (El Greco)

GALERÍA SEISDIECIOCHO

Identidad y transformación (El Greco)

Identidad y transformación (El Greco)

CARLOS CÁRDENAS

En 1999 tuve la fortuna de visitar la exposición ‘El Greco, Identidad y Transformación’ en el Palacio de las exposiciones en la ciudad de Roma, Italia; la experiencia fue fascinante, la muestra tenía como misión mostrar el desarrollo que había experimentado la obra del pintor a través de los tres periodos conocidos de su actividad artística: el cretense, el italiano y el español.

Esa singular forma de pintar que desde niño me parecía cargada de expresión y misterio y que para muchos de sus contemporáneos resultaba “extravagante”, fue revelando sus secretos conforme iba recorriendo las diferentes salas del museo: partiendo desde la formación en el arte post-bizantino, muy representativo de su lugar de origen, su paso por la escuela Veneciana y su relación con el mundo artístico romano finalizando con su experiencia en España donde lograría su consolidación como artista de gran valía, sobre todo durante su estancia en la ciudad de Toledo.

La forma en que el Greco fue evolucionando pictóricamente son únicas y poco comunes en la historia del arte; su caso, en particular supone una fusión de elementos provenientes de distintas tradiciones artísticas teniendo como hilo conductor la religiosidad de una Europa cristianizada y en crisis, ciertamente Domínikos Theotokópulos provenía de una formación en la fe que condicionaba su arte a estrictas reglas compositivas, características de los modelos bizantinos pero algo ya ligeramente influenciados por occidente, sobre todo con la llegada de las novedades artísticas traídas por los venecianos.

Tal panorama impulsaría al Greco a trasladarse a la ciudad italiana de los canales, la ‘Serenissima’, la radiante Venecia donde Tiziano era la figura dominante de la pintura, y fue precisamente en su dinámico taller, repleto de comisiones y aprendices donde el cretense encontraría el ambiente y las herramientas necesarias para el enriquecimiento de su arte lo cual le abriría puertas en distintos espacios para el ejercicio de su arte hasta llegar a España donde encuentra un ambiente más propicio que aquel italiano que seguía observando a Miguel Ángel y Rafael como los referentes a seguir y que, por cierto, cuestionaría en repetidas ocasiones, de manera muy particular al primero, del cual, si bien reconocía su habilidad en el dibujo le reprocha no saber de pintura.

Aun así, la estancia española no es del todo fácil, su ‘Martirio de San Mauricio’ (1582) para El Escorial no sería del total agrado de Felipe II debido a su inusitada novedad la cual no fue muy bien apreciada en aquel ambiente, sin embargo desde Toledo comienza a surgir un especial interés por su obra y que al final, vendría a asegurar el definitivo asentamiento del pintor en aquella ciudad en donde se desplegaría con más libertad la expresión de su genio, la cual, no escaparía siempre a la incomprensión pero que terminaría por consolidarse.

El siglo XX le revaloraría gracias a la irrupción del arte moderno y que encontraría en artistas como Pablo Picasso amplia estima. La grandeza del Greco es fácil de encontrar en su obra artística, como ciudadanos del siglo XXI no representa problema ubicarlo como uno de los grandes de la historia del arte y precursor del expresionismo, su profética visión artística es producto de un gran talento sin olvidar el hecho de una trayectoria construida desde la identidad de su origen y la transformación en su periplo por Europa occidental.

Escrito en: GALERÍA SEISDIECIOCHO arte, ciudad, obra, Greco

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Kiosko

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas