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México mágico

DENISE DRESSER

DENISE DRESSER

Un presupuesto es un mapa de ruta del gobierno. Es su cartografía, los caminos por los cuales andará, los destinos que ansía. Y el presentado por AMLO está lleno de añoranza. Nostalgia por el país que fue, nostalgia por un pasado idílico en el cual todo era más sencillo, en el cual todo era mejor. Ese México mágico del cardenismo y el lopezmateísmo y el echeverrismo. Ese México del Estado intervencionista y el sistema presidencialista y el partido hegemónico y el petróleo como fuente de orgullo nacional. Las cifras presentadas y las partidas designadas arman una narrativa nacional en la cual hay un deseo evidente de ensalzar al pasado, hacerlo presente. Hay una clara intención de redistribuir pero también controlar, repartir pero también centralizar, compensar pero también corporativizar. El presupuesto presentado no está pensado para el país que podríamos ser, sino para el país que fuimos. Es una máquina del tiempo diseñada para regresar al siglo XX no para triunfar en el siglo XXI. No es un video sino un daguerrotipo.

El "New Deal" de Roosevelt ahora resucitado en la 4T de López Obrador y con objetivos similares, muchos de ellos loables. Alivio para los pobres, atención para los vulnerables, la intervención del Estado para corregir los defectos del mercado. Eso explica tanto los recortes como los aumentos. Después de tantos años de concentración de la riqueza se aplaude cualquier esfuerzo para distribuirla mejor. El presupuesto sacude, cimbra, cambia prioridades. Crea redes de seguridad social donde no las había, recupera el énfasis en la justicia social, cambia el modelo instrumentado desde los ochentas, reorientándolo. Pero en muchos sentidos, el camino no pavimenta el camino hacia adelante, sino hacia atrás. La mirada es retrospectiva, y el pasado se vuelve un prisma a través del cual AMLO se mira a sí mismo y se construye a sí mismo. Cárdenas calcado. Un Benemérito Benevolente.

Examinar el presupuesto es como hojear un álbum de fotos viejas, descoloridas. Ahí están los colores sepias, los paisajes bucólicos del Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, la ceremonia a la Madre Tierra, solicitando su anuencia para el proyecto de infraestructura más ambicioso del sexenio. Ahí está el Tata Lázaro, rescatando a la industria petrolera con la frente en alto. Ahí está el Ogro filantrópico en el que se fueron convirtiendo los gobiernos post-revolucionarios distribuyendo dinero a manos llenas, repartiendo recursos a quienes más lo necesitan, pero también construyendo clientelas por doquier. Poco énfasis en el crecimiento, mucho énfasis en la redistribución. Poco compromiso con los contrapesos al poder, mucho esfuerzo para centralizarlo. Poco interés en el medio ambiente, mucho interés en la re-petrolización. Poco hincapié en la transparencia, mucho mantenimiento de la discrecionalidad. El pasado como preludio.

Por eso los órdenes de magnitud y las diferencias de un rubro a otro son estratosféricos. El programa de pensiones costará 110 veces más de lo destinado a la Secretaría de la Función Pública. A Secretarías que reparten, como la del Trabajo y del Bienestar, se les premia y a otras como Cultura y Salud se les castiga. A la Sedena se le dan aumentos importantes, mientras que a ciencia, tecnología y Pymes se les imponen recortes significativos. El mensaje no podría ser más claro: aquí manda el Ejecutivo con pocas constricciones, ahora regresamos al papel central del Estado y al papel subsidiario del sector privado, más que innovación habrá reconstrucción. A los estados no se les va a apoyar, se les va a ahorcar. A los militares no se les va a vigilar, se les va a empoderar. Habrá dinero para las Fuerzas Armadas pero no para los jueces. Habrá recursos para financiar a los soldados pero no a los fiscales. Habrá recursos para promocionar al gobierno pero no para supervisarlo.

La apuesta del presupuesto parece ser el orden por encima de la justicia; el populismo penal por encima de la modernización del sistema policial; la mano punitiva del Estado acompañada de la mano caritativa del Estado. Como en los tiempos del viejo PRI. El México idealizado de ayer, presentado como el México transformado de mañana. El paraíso perdido, ahora recuperado. Pero es una visión nostálgica que difícilmente producirá trampolines para la prosperidad de los mexicanos. Los mantendrá como rehenes de un pueblo mágico.

Escrito en: Denise Dresser presupuesto, México, cual, Estado

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