La negociación de los principios
La coyuntura política que tenemos en estos momentos en el Congreso de la Unión es la aprobación de los cambios constitucionales para permitir a las Fuerzas Armadas actuar en tareas de seguridad y coadyuvar en los delitos federales que se cometen en el interior de la república. El día de hoy se presenta en estas páginas la opinión de los editorialistas de El Siglo de Durango respecto de la Guardia Nacional. Mi posición, expresada en esas líneas, es de rechazo a los cambios constitucionales sin analizar la evidencia disponible, y ésta nos dice que incrementar la presencia militar y habilitar a las Fuerzas Armadas para hacer tareas de seguridad pública no disminuye la violencia en el largo plazo y en cambio representa un riesgo latente para la violación de derechos humanos.
En esta entrega quiero ahondar un poco más en una arista que deje plasmada en mi posición respecto a la Guardia Nacional: la negociación que se da en el Congreso de la Unión para que esas reformas puedan pasar con el voto de las dos terceras partes de las y los legisladores presentes al momento de la votación.
La negociación forma parte del día a día en los cuerpos legislativos en todo el mundo. En algunos lugares de forma menos burda que en otros pero de alguna manera el principio, aunque se describe de una manera sobre simplificada, es el mismo: la agenda que impulsa un partido político es aceptada total o parcialmente por otro a cambio de apoyo para la agenda que este último persigue. Así, ambos partidos se presentan ante sus electores como interlocutores eficaces al conseguirles beneficios plasmados en la ley.
En nuestro país, el último ejemplo de este tipo de negociaciones es la votación que se dio hace unos días para elegir al nuevo Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Fue necesaria una segunda ronda de votaciones para que la fracción mayoritaria en el Senado de la República consiguiera los votos necesarios para elegir al nuevo Ministro de nuestro tribunal constitucional. Previo a esa segunda ronda los coordinadores parlamentarios de los grupos minoritarios seguramente negociaron apoyos a algunas de sus iniciativas a cambio de los votos necesarios para destrabar la elección del nuevo Ministro. Aunque en opinión de algunos juristas la terna que presentó el Presidente debió de haberse rechazado por su falta de independencia, los Senadores de oposición prefirieron ganar espacios en sus agendas políticas al aprobar el nombramiento.
Sin embargo, en ocasiones como la que nos ocupa, la de un cambio constitucional de gran calado, es necesario que la negociación política tradicional ceda el paso a los principios que cada legislador defiende y que se encuentran más allá de una simple negociación debido al impacto que tendrán en la vida de todos los mexicanos por décadas.
Si los legisladores de oposición que se oponen a la militarización del país mediante la Guardia Nacional no forman un bloque sólido para frenar las reformas constitucionales en el Congreso de la Unión y tratan este tema como una negociación política más, cambiando votos para aprobarla a cambio del apoyo del grupo mayoritario a sus agendas legislativas, no se presentarán ante sus electores como representantes eficaces, sino como políticos que permitieron que se hicieran cambios profundos en la vida institucional del país sin que hubiera ninguna evidencia sólida que los respaldara. Los Senadores que aprueben estos cambios con seguridad dejaran el puesto en seis años, sin embargo, la posibilidad de cambiar la Constitución para evitar la militarización después de que se vayan es incierta.
Al igual que todas y todos quienes hacen posible que llegue a sus manos El Siglo de Durango, le deseo, estimado lector, que pase una muy feliz navidad en compañía de su familia y seres queridos.
Twitter: @jesusmenav