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Evitemos promover el acoso escolar

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Evitemos promover  el acoso escolar

Evitemos promover el acoso escolar

IGNACIO ESPINOZA GODOY

Siempre que se habla del acoso escolar (más conocido como "bullying"), autoridades y padres de familia reconocemos que este fenómeno se continúa generando dentro y fuera de los planteles educativos y que, de acuerdo con la tendencia de los años recientes, es una práctica que, lejos de disminuir, parece que cobra fuerza y que aparentemente no se ha encontrado o implementado la estrategia adecuada para se reduzca su incidencia pues con relativa frecuencia nos toca observar innumerables casos y señales que nos hacen caer en una actitud de pesimismo e impotencia cuando somos testigos directos de ese tipo de agresiones.

Desde pequeños de preescolar, pasando también por niños de primaria y hasta adolescentes de secundaria, los casos de "bullying" son el pan de cada día en las instalaciones educativas, donde los infantes incurren en conductas de violencia con las que no siempre es fácil lidiar ni prevenir si no es con el apoyo de los progenitores, ya que está demostrado que los niños y niñas que agreden reaccionan así por imitar lo que observan en el hogar, o por recomendación de sus propios padres, quienes les sugieren que no se dejen de los demás y que defiendan lo que es suyo.

En lo personal, he presenciado infinidad de escenas en las que los pequeños parecen no darse cuenta de que los están observando, pues resulta ilógico que si alguien los está viendo podrían reprimirse y aguantarse las ganas de molestar a sus amigos y compañeros de escuela; sin embargo, tal parece que eso no les intimida ya que delante de adultos empujan y golpean a quien se les pone enfrente, sin importar un posible regaño o llamada de atención, toda vez que hasta se podrían tomar como juegos de niños, cuando la realidad es que se trata del inicio de una acción de violencia que puede crecer si no se detiene oportunamente.

No obstante, este tipo de actitudes son vistas, efectivamente, como parte de los juegos propios de su edad, no obstante que en el fondo contienen una pequeña o gran dosis de agresión que no debe ser solapada ni aprobada por parte de maestros y directivos de escuelas ya que sus protagonistas podrían, en determinado momento, iniciar una rivalidad o enemistad que con el paso del tiempo podría derivar en una acción de violencia inesperada por parte de alguno de los involucrados.

De acuerdo con especialistas en conducta (psicólogos y psiquiatras), las niñas y niños agresores actúan con ese tipo de actitudes violentas derivado del ambiente hostil que observan en sus hogares, donde sus padres (o al menos uno de ellos) se confrontan con cierta frecuencia y se dirigen el uno al otro (también puede ser sólo uno de ellos) con palabras altisonantes, situación que presencian los hijos y los cuales sólo reproducen en la escuela lo que viven en sus casas, de ahí el origen y la formación que reciben pequeñas y pequeños de manera inconsciente, lo que no se puede corregir mientras esos menores de edad conviven en ese ambiente de agresiones constantes.

Precisamente por este tipo de problemáticas, la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha implementado en la década reciente un programa denominado Escuela para Padres, un esquema mediante el cual se busca generar conciencia entre los progenitores sobre la necesidad de estimular en los hogares un ambiente de mejor convivencia en donde prevalezcan el respeto, el buen trato hacia los hijos y entre los mismos padres de familia, quienes están obligados a poner el ejemplo cuando se habla de fomentar relaciones de armonía entre quienes viven bajo el mismo techo.

Tal vez los resultados de dicho programa no han sido los esperados, pero es un buen inicio, a pesar de que la convocatoria no ha permeado para que a las referidas sesiones acuda el mayor número de padres de familia, ya que se ha observado que generalmente asiste menos del 50 por ciento de los progenitores citados a ese tipo de reuniones que, repito, aunque tienen la mejor de las intenciones, los protagonistas no le han dado la verdadera importancia que reviste pues lo único que se busca es prevenir y erradicar las actitudes de agresiones y de violencia entre los alumnos y alumnas de los diferentes niveles educativos.

Ciertamente, falta mucho por hacer en este tema; sin embargo, sin la participación y disposición de los padres de familia poco o nada se podrá hacer para contener ese fenómeno que representa el acoso escolar, ya que finalmente nosotros somos los responsables de la forma en que conducen nuestros hijos en todos los ámbitos donde se desenvuelven.

Por ello, amable lector, y a manera de conclusión, tenemos que reconocer que la misión más importante que tenemos los progenitores es fomentar entre los hijos el respeto hacia quienes les rodean, pues sólo de esa forma estaremos contribuyendo a disminuir, por lo menos, esos altos índices de acoso escolar que se observan en los planteles educativos y cuyos orígenes provienen de lo que observan y aprenden en el hogar.

Escrito en: Padres e hijos padres, tipo, quienes, acoso

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