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El médico, ayuda de Dios

LETRAS DURANGUEÑAS

FCO JAVIER GUERRERO GÓMEZ

Allí estás en cuerpo entero, en medio del camino, te protege la voluntad de ser, porque volver la vista es tan fácil, pero da una vuelta el corazón. Esos años donde aprendiste a ser médico, a comulgar con los semejantes, donde una sonrisa, un apretón de manos indicaban el sendero.

La vida que va quedando atrás en cada momento, pero estás con la frente alta: por tus hechos responderán los pacientes, tusa manos saben a trabajo, la voz se ha repartido en los que a ti acuden.

Estás en el extremo de la balanza y el sentimiento dice que puede seguir el tiempo. La conciencia está en el consultorio, en el hospital y en la urgencia, pero sobretodo, en la mirada perenne y triste de los enfermos, pero eres soldado y seguirás en la trinchera.

Porque ser édico es salir de la rutina que prosigue al caminar del hombre, dejar los sueños de mortal para cubrirse con el pesar que otros profesan.

Ser el paño de lágrimas de quienes ha abrumado la fatalidad, ser muro infranqueable de los secretos ajenos. Tener inconmovible el rostro aunque se traguen los sollozos, cuando se requiera firmeza ante el débil de la vida.

Ser padre y confesor, amigo y ejemplo, de quienes a tu sombra busquen el milagroso bálsamo. Infundir el dúctil ánimo y más que la droga codiciada, dar amor al prójimo sin esperar respuesta.

Porque ser médico es: ser cómplice de Dios.

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