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De paseo con la realeza

CRÓNICA

Emmanuel Félix Lesprón

Son dos horas en bicicleta desde el centro de China”, dijeron cuando pregunté cuánto tiempo se hacía desde la Plaza Tiananmen hasta el Palacio de Verano. “Bien”, pensé, “así puedo invertir dos horas de ida, dos horas contemplando el palacio y dos más de regreso”. Cuán equivocado estaba. A pesar de que las instrucciones para llegar fueron muy sencillas, tenía que tomar la calle frente a la Ciudad Prohibida y llegar hasta el estadio de beisbol para luego tomar otro camino recto, los anillos de circunvalación hacen un poco difícil las cosas. Un tanto más si le sumamos que una misma calle puede cambiar de nombre varias veces. El sol estaba bastante pegador, así que prácticamente me disfracé para poder llegar sin quemaduras de tercer grado. Camisa de manga larga, lentes de sol y gorra fueron mis compañeros que, aunque parezcan muy calurosos, gracias a la brisa que llega del oeste no fue ningún problema.

En camino

El primer camino recto enfila hacia el remodelado Beijing. Adiós houtones y hola a los complejos habitacionales colosales con el toque vanguardista que sólo China le ha dado a todas sus avenidas principales. Dando vuelta por el estadio comienza lo difícil, y es que muchas calles están cerradas por aquello de hacer lucir a la ciudad más tranquila y sin tanto tráfico. Los chinos son gente muy amable, excepto por un par de chicas que pensaron que les quería vender el mapa que traía en la mano, todos me dieron señas muy precisas, incluso sin hablar inglés, para poder llegar a mi destino. Llegué a una avenida inmensa paralela a un canal en la que los niños y algunos adolescentes se estaban refrescando en truzas. Luego de frente a un puente que parece de marfil, de nuevo me sentí perdido.

La llegada

Me acerqué a un par de voluntarios que descansaban a la sombra de un árbol y casi se rieron de mí cuando les pregunté por el Palacio de Verano. Ya estaba en él. Acostumbrado a las grandes bienvenidas de los muros gigantescos que dicen Beijing Welcomes You, esta vez me dejé llevar por las apariencias y caí en la puerta de algo muy similar a Tapias, aunque sólo durante los primeros metros.

Entonces compras tu ticket para visitar todo lo que el Palacio ofrece. Mi idea del lugar era un tanto diferente debido a las otras visitas que he realizado, pero me topo con la desagradable sorpresa de que ya no puedo entrar a todos los lugares del sitio porque son las 2:05 de la tarde y sólo se pueden comprar boletos all acces hasta las 2:00. Entonces el estrés, el cansancio y las quemaduras del sol, incluso el ceño fruncido de la señora de la taquilla se desvanecen ante una parte de China a la que nadie está acostumbrado. El Palacio de Verano era el sitio en el que la realeza se iba a olvidar del calor sofocante del verano así como a ocultarse del sol devastante que cae como plomo en la Ciudad Prohibida.

Agasajo a la vista

Más de 950 hectáreas se extienden entre algunas pequeñas colinas de las que emergen templos, houtones y árboles como los que se ven en las películas entre lagos y ríos cristalinos, un verdadero agasajo a la vista. Desde el principio es posible tomar un barco para llegar hasta los diferentes puntos que señala el mapa, pero luego de dos horas en bici, lo mejor es relajar las piernas caminando. El área abierta a los visitantes emula un vaso lleno de agua cuya base se sitúa en la entrada sur, precisamente por donde yo llegué. Al llegar al tope del lugar, los negocios de comida, bebida y paletas de hielo hacen su agosto junto con los de la mercancía oficial de los productos de las Olimpiadas.

El Salón de Buda

Es ahí donde están más empinadas las colinas y donde uno decide dejar de fumar luego de emprender el camino hacia sitios representativos como el Teatro, el León de Bronce, el Jardín del Interés Armonioso y los Cuatro Puntos justo detrás de la Colina de la Longevidad. Al centro está lo más interesante... El Salón de Buda, que se puede ver desde la entrada, ofrece un espectáculo maravilloso difícil de explicar. Estar frente a Buda ilumina a muchos, aunque a lo mejor por lo de mi travesía y saber lo que me faltaba me sentía más mareado que iluminado.

Reflexión

Regresar por el corredor del lado izquierdo te trae a la cabeza como se pasearía por ahí la realeza, los emperadores... Qué pensarían y cómo dedicarían los momentos más gloriosos entre tanta vegetación. Muy a lo lejos se ve una torre entre las colinas, pero parece que es imposible llegar a ella desde el Palacio de Verano. Tres puentes más, cuatro botellas de agua, tres lagos a la vista y cuatro y media horas después de mi arribo, estaba de camino al sitio en el que había entrado. Pude haber escapado gritando por un taxi por cualquiera de las otras tres puertas (Norte, Este, Oeste) pero mi bicicleta esperaba fiel por el lado Sur.

El retorno

De regreso traté de memorizar lo que había visto en el camino de ida... afortunadamente conseguí regresar sin ningún problema, salvo la cadena de la bicicleta, la pata de la misma que se soltó y me impedía avanzar, ah, claro y una calle que tome mal y que me envió casi a la salida oeste de la ciudad...

Lo bueno fue que alguien me sacó de mi error y me puso de vuelta en el camino adecuado. Llegué al hostal a eso de las 20:30 horas y caí rendido como piedra. Me desperté a las 3:00 a.m. porque de lo cansado ni siquiera un baño me pude dar. A la mañana siguiente todos los buenos amigos que he hecho acá me preguntaron sobre mi desaparición del día anterior. “Estas loco”, me dijeron cuando escucharon la palabra bicicleta junto a Palacio de Verano. “Y cómo te sientes” “Súper bien... como si nada” les dije. Entonces dejé que se fueran a desayunar para poder levantarme como caballo recién nacido y regresarme a la cama.

Escrito en: JO China llegar, horas, Palacio, camino

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