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Aquiétate

Juan Pablo Arreola Torres

“¿Quién puede saber si el

vivir no es un morir, y si no

es la muerte cuando el alma

se despierta de su verdadera

vida?”.

Eurípides

¿Cómo lograr la paz y la tranquilidad en un mundo que está lleno de ruidos, de palabrería, de agitación y estrépito? Aparece el ruido cuando la palabra deja de ser vehículo de comunicación, se convierte en agresión cuando la palabra es grito o se vuelve altisonante. La palabrería aparece en el discurso político; las palabras huecas de los discursos políticos, si las estudiásemos detenidamente, son en su conjunto una grave contaminación, sobre todo con ciertos políticos que ya de por sí hablan con faltas de ortografía pues no conocen el significado de los conceptos que expresan, y menos cuando emplean un tono que no es compatible ni con el discurso ni con su personalidad. El peligro de todo esto es que ya se perdió la comunicación que las palabras conllevan; estas palabras ya no comunican, ya no fomentan la comunión. Cuando, en cambio, las palabras nacen del silencio pueden conducir a la escucha, que es un silencio más profundo. La escucha sigue en sentido inverso de la palabra pronunciada: se capta el sonido, se comprende el significado, se pondera interiormente, se convierte en objeto de reflexión. Así se cierra el círculo de la comunicación, de la comunión; la escucha no puede darse si no va precedida del silencio. Asimismo, de la escucha brota el deber ético del secreto: la palabra confidencial que queda sepultada como en una tumba en lo más íntimo del corazón. El silencio es el hogar de la palabra.

Es importante descubrir en nuestro mundo el poder del silencio. Para descubrir este poder no basta el silencio exterior, hay que cultivar el interior. Cuando se descubre el silencio, percibimos cómo su influencia benéfica invade todos los planos del ser humano, el corporal, el intelectual o mental y el espiritual. La admiración se nutre del silencio y conduce al gozo y a la quietud del sosiego, que en lugar de conducir a la nada acerca a la plenitud del ser. El silencio es un remanso de quietud y paz, que cura, abriga, reconforta y conduce al recogimiento. No nada más conjura el ruido exterior, sino modera la prisa, el arrebato, el alboroto y la violencia. El silencio profundo procura evitar los ruidos aun en el manejo de los utensilios y de los muebles, en los movimientos del cuerpo, en el trato de los demás, mediante la palabra mesurada y la escucha de la palabra del otro.

El silencio no es hacer mutis. Éste puede significar desprecio o indiferencia; aquél, en cambio, está asociado a la palabra a la que cobija y valora, realza y atesora. El que aprecia el silencio sabe modular su voz y le da el justo peso a su palabra. En el pensamiento hebreo y otros de mayor antigüedad, la palabra se identificaba con el ser. En suma, el silencio nos hace peregrinos, ciudadanos del mundo e invita a otros a unirse a nuestro caminar; el silencio mantiene el fuego interior, el calor que es la vida del espíritu, que puede ofrecer luz a los caminantes extraviados; el silencio nos enseña a hablar: la palabra que tiene fuerza es la que nace del silencio, porque aunque parezca paradójico el silencio no es vacío, ni sólo ausencia, sino plenitud y presencia.

Ese silencio no es otra cosa que el vaciamiento total de la mente, y no puede uno vaciarla de manera forzada, según un método, una escuela o sistema; lo logramos con la meditación y practicar la meditación es un intento de alcanzar una experiencia mucho más elevada, una experiencia que rechaza todo, no sigue a nadie, ahí se encuentra la verdadera libertad.

Retomo de Facundo Cabral: "No estás deprimido, estás distraído. No hagas nada por obligación ni por compromiso, sino por amor. Entonces habrá plenitud, y en esa plenitud todo es posible y sin esfuerzo, porque te mueve la fuerza natural de la vida. Reconcíliate contigo, ponte frente al espejo y piensa que esa criatura que estás viendo es obra de un Ser Superior y decide ahora mismo ser feliz, porque la felicidad es una adquisición; además, la felicidad no es un derecho sino un deber; porque si no eres feliz estás amargando a todos. No estás deprimido, estás desocupado. Por eso crees que perdiste algo, lo que es imposible, porque todo te fue dado, tú no hiciste ni un solo pelo de tu cabeza, por tanto no eres dueño de nada". Todo lo que buscas está dentro de ti; sí, ese Ser Superior, Dios, o como desees llamarle, escogió tu corazón para vivir en él. Él te puso un ser humano a tu cargo y eres tú mismo. A ti debes hacerte libre y feliz. Después podrás compartir la vida verdadera con los demás.

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Escrito en: silencio, palabra, estás, escucha

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