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El placer de mirar

Redacción Kiosko

El Siglo de Durango

Fotos: Agencias

El amor es ciego, dicen, pero para el sexo mirar es tan importante como tocar, tal vez tanto como cuando Eva y Adán se vistieron con una hoja de parra al saber que estaban desnudos.

Mirar es bello y es un placer, pero el exceso de placer lleva al abuso, a la desviación, la perversión, la parafilia; la enfermedad llega cuando los ojos dejan de enriquecer la actividad sexual para convertirse en una limitación, y cuando el mirar se erige en fin, y no en medio, negando otros fines, como la penetración.

Voyeurs, “veedores”, son todos los que gozan a través del sentido más desarrollado en esta era de la imagen. Pero el voyeurismo, o escotofilia, es una de las desviaciones más problemáticas, porque determina y perturba las relaciones sociales, laborales y afectivas del que la padece.

LO PROHIBIDO

La industria del porno, sea cine, en vivo o página web, prospera imparable a costa del goce ocular; pero al auténtico voyeur no le satisfacen estos espectáculos convenidos, esterilizados, colectivos y, en parte, aceptados y legales.

El “oteador” enfermizo tampoco frecuenta las playas nudistas, porque lo que le emociona es lo prohibido. Por eso, no encontraremos un solo caso de esta desviación sexual en una tribu indígena, en la que la desnudez es natural.

Al verdadero mirón lo que le excita es el riesgo, el estar de incógnito, saberse dueño de un universo sólo habitado por él y por la víctima incauta. Una víctima a la que, en lo más profundo, odia y a la que nunca llegará a tocar, y que no corre mayor peligro que el de ser vista, porque el voyeur es un tímido empedernido, las más de las veces acomplejado, que jamás desea llegar al coito, ni siquiera al habla.

COSA DE HOMBRES

El retrato robot que la Psicología hace del “voyeur puro” añade otros rasgos: la inmensa mayoría son varones heterosexuales, carentes de agresividad e inseguros, que a los 15 años no se atrevían a hablar con una mujer, y que desde los 20 y hasta los 40 despliegan su tendencia parafílica al máximo.

El hombre responde más a la visión, y la mujer al tacto; por eso son pocas, y poco compulsivas, las voyeures.

Los psicólogos conductistas sólo consideran desviación el voyeurismo que se llevó a cabo durante seis o más meses de manera continua, y que va ligado al vencimiento de una repugnancia: la que a los enfermos les causa el sexo y que se gesta a los ocho años de edad, cuando en el cerebro se conforma el “sentido del pudor”.

Los mirones gozan contemplando el cuerpo desnudo de una mujer, aunque según Sigmund Freud, sólo atienen a los genitales o espiando a una pareja que hace el amor.

A algunos se les cruza una zoofilia (placer sexual con animales) y a otros el voyeurismo se les tiñe de coprofilia (excrementos), porque, también lo decía Freud, desde pequeños su única manera de ver una pelvis ajena fue mientras su madre o su hermana utilizaban el baño.

Todos, con sus espionajes, se excitan (sólo así), y buena parte consigue una erección, pero no todos se masturban. Tras su acción se arrepienten, pero a la vez se consideran víctimas: “Son mis pies los que me llevan a espiar”, es una confesión habitual.

TECNOLOGÍA MIRONA

Muchos utilizan un instrumental elaborado para observar el objeto de sus deseos.

Sexólogos como Charles Gellman y Gilbert Tordjman sólo consideran auténtico voyeurismo aquel que se practica con un elemento intermedio: un catalejo o una cámara, o el ojo de una cerradura. Algo que proteja como un escudo en la distancia y garantice el control sobre la víctima. Algunos incluso se meten a inventores.

Los dos especialistas recuerdan un caso muy famoso: “En Berlín, en 1963, un hombre fotografiaba traseros de mujeres con un aparato de su invención, para luego masturbarse ante las fotos. Era una cámara que había fijado en la punta de un bastón que apoyaba en el suelo. Se colocaba detrás de sus víctimas, en general en los probadores, manipulaba hábilmente el disparador y tomaba fotos sin dificultades; en varios meses fotografío a 34 mujeres”.

El voyeurismo se gesta en los primeros 18 meses de vida cuando, según la Psicología, se forma en el cerebro el llamado “mapa del amor” o universo imaginario erótico, pero se consolida entre los cinco y los ochos años. Es, como las otras 137 parafilias tipificadas, un trastorno en la maduración de los impulsos sexuales: con la adolescencia y la mayoría de edad, las pulsiones infantiles no se modificaron. El inicio del voyeurismo va asociado a la excitación sexual tras la observación, tal vez casual, de un desnudo o una pareja retozando.

DE NIÑO A VOYEUR

El mapa del amor se compone de la imagen cerebral del llamado (como arquetipo) y una escena sexual excitante, imprescindible para despertar el deseo y culminar el orgasmo.

Según la terapeuta sexual María Teresa Hurtado, además de la sensación de poder y el riesgo, al mirón le excita “el desquite” por un daño que, considera, sufrió en la infancia y que cultivó en forma de “resentimiento”.

Freud habla del “complejo de Edipo”: el pequeño descubre que no puede detentar la vagina de su madre, por que está ocupada por el pene de su padre; el niño se siente “castrado”, porque ella desea sólo el paterno. Con la observación del coito y la obtención de placer, puede sentirse partícipe sin castración alguna. Y además vengarse. (Vale decir que Freud antepuso su propia sexualidad reprimida [homosexual] e hizo del “sinus” y del “fatus” su propia interpretación de lo sexual a través del mito de Edipo, lo cual, con un fin puramente pedagógico, no deja de ser válido).

Aunque el voyeur compulsivo suele ser joven, el psicólogo Joaquín Regueiro explica que esta conducta puede darse también en hombres mayores. No sólo solitarios, sino impotentes casados que, ya que no pueden actuar, se solazan mirando. “Así, defiende, voyeurista también es la actitud del hombre mayor casado con una mujer mucho más joven que él. Su disfrute es más bien ocular”.

Además de terapia sexual, los enfermos son tratados con antisicóticos, antiandrogénicos y antidepresivos. Los medicamentos no les vuelven miopes, pero apaciguan sus hormonas. Se cree que hasta el 78 por ciento de las parafilias son síntomas de una alteración neuropsiquiátrica grave, como una psicosis, un deterioro psicoorgánico o una demencia.

Freud explicaba que un neurótico se reprime y sólo se libera simbólicamente a través de los síntomas, pero el pervertido se expresa directamente en su conducta sexual.

Según Regueiro, el neurótico “amuebla su realidad con muchos elementos”, mientras que el pervertido sólo admite la entrada de un tipo de estímulo con el que tiene fijación.

Cada caso es un mundo, y cada uno requiere su tratamiento. En sus inicios como psicólogo, Regueiro tuvo un paciente mirón adicto a un nuevo espectáculo: vitrinas rotativas en cuyo interior se desarrollaban, en vivo, números sexuales. El voyeur tenía que ir metiendo monedas para levantar la persiana, junto a la cual reposaba siempre un rollo de papel higiénico.

El enfermo había dejado de acudir al trabajo porque estaba enganchado al show, y se estaba arruinado como un vulgar adicto a las tragamonedas. El caso, poco usual en el voyeurismo, requería ser tratado casi como una ludopatía, aunque con su insoslayable componente sexual, y había que atajarlo de golpe.

MÍRAME A LOS OJOS

Todavía se es demasiado primitivo como para que lo primero que se mire del sexo entre por los ojos.

Según un estudio elaborado por el centro Androsex, bajo la supervisión del sexólogo y urólogo Eduardo Pino, despendiendo del ángulo desde el cual se tope el hombre con una mujer lo primero donde posará la vista serán los senos o el trasero. No es una disfunción sexual, una obsesión, una fijación, sino una clara tendencia instintiva, un condicionante biológico que se repite en la gran mayoría de los “machos racionales”.

Esto es así porque la primera aproximación masculina a un individuo del sexo opuesto siempre tiene un carácter sexual. Primero, en general, deslizan suavemente (o no) sus pupilas por los pechos; después, por el trasero; luego, con más libertad, por la cara (ojos, boca, dientes, nariz y, mucho más tarde, y a menos que sean muy llamativas, las orejas); a continuación, por las piernas. Después, se fijan en el conjunto.

EL CIBERVOYEUR

La Internet es sólo el último estadio de la evolución de los modos.

La leyenda cuenta que Peeping Tom se quedó sin ojos por espiar el desnudo paseo de Lady Godiva. Pero el mirón se va adaptando, basta escribir esta palabra en Internet para verlo. En www.privatevoyeurs.com se recomiendan los 100 mejores sitios gratuitos para mirones.

La cibermirada no entraña riesgos y, por tanto, no cabe hablar de voyeurismo puro, pero a nadie se le escapa el efecto que causó aquella pareja de adolescentes estadounidenses que, en 1999, anunció que iba a perder la virginidad en directo, o aquella compatriota suya, Jennifer Ringleye, que, con 21 años, empezó a mostrar los detalles de su vida intima en la red. Su página recibía más de dos millones de visitas diarias.

Actualmente podemos hablar de una adicción al ciberporno; el mayor número de visitas globales por tema es a portales pornográficos y el cibervoyeurismo es una de sus variantes más populares y, al mismo tiempo, menos agresivas a la red.

NOTA RELACIONADA / ELLAS

Mujeres, mironas sentimentales

Para el sexo femenino es más importante el detalle sutil que lo patente, existen más voyeurs entre los hombres porque son ellos los que más se excitan con las imágenes. No es un lugar común, los hombres son más físicos y las mujeres más emocionales.

Esta diferencia no se produce sólo por la educación, sino que existe un trasfondo biológico: el cerebro femenino tiene más conexiones entre los dos hemisferios, lo que las capacita para hacer más de una cosa a la vez.

Traducida al momento en que miran a un hombre, esta capacidad les permite fijarse en el conjunto y en detalles poco obvios, como las manos, el óvalo del rostro y los gestos. En conclusión, son muy distintas a los hombres.

FICHA / MAÑAS

Todo lo que sigue está íntimamente relacionado con el placer sexual:

-Paidofilia: Consiste en el gusto o atracción por los niños.

-Exhibicionismo: Se refiere a las personas que gustan de mostrarse a otros.

-Escoptofilia o voyeurismo: Expresión comportamental de la sexualidad en la que las personas gustan de ver los cuerpos, expresiones amorosas, o ambos, de otras personas.

-Frotteurismo: Gusto por tocar a otros o ser tocado. Lo primero se conoce como tribofilia activa, y la segunda receptiva.

-Sadismo: Estos individuos gustan de causar dolor físico, someter vejar o hacer que otros dependan de ellos.

-Masoquismo: La persona disfruta del dolor físico, sumisión, vejación o, incluso, dependencia notoria de otra persona.

-Fetichismo: La persona gusta de obtener y poseer objetos o pertenencia de otra persona.

-Travestista: Gusto por utilizar prendas, manierismos, expresiones, accesorios, lenguaje y comportamiento del sexo contrario.

FICHA / ¡CUIDADO!

¿Verdadero amor?

Cuando amas locamente y hasta la vida podrías dar por el otro tirándote de la azotea, piénsalo dos veces.

Existe un tipo de relación, llamado relación simbiótica, en la cual hacen falta dos tipos de personalidad: un sádico y un masoquista; uno que haga sufrir y otro que quiera sufrir.

En la relación simbiótica, que anula la propia personalidad, ambos viven en la infelicidad pues son incapaces de una relación humana de crecimiento y dependen uno del otro, llegando a los golpes y las injurias que dejan hondas y dolorosas huellas internas.

La pareja simbiótica no tiene paz: pelean constantemente, se agreden, viven el abuso y lo buscan; se dejan y vuelven constantemente. Cuando por alguna razón por fin se apartan, el sádico busca a otro para hacerlo sufrir y el masoquista rastrea por alguien que lo haga sufrir.

¿Tienes estos síntomas? ¡Alerta!, es hora de prender las preventivas.

FICHA / Historia

Ilustres mirones

Lo que más cotizaban estos personajes es el rito del desnudarse femenino.

Dionisio Cañas (escritor y catedrático)

Onán y Amnón (bíblicos)

La mujer de Lot (bíblica)

Los viejos enamorados de Susana (bíblicos)

Walt Whitman (poeta)

Rembrandt (pintor)

Picasso (pintor)

Luis XV y su hijo Luis XVI (gobernantes)

Toulouse-Leutrec, Delacroix, Manet (pintores)

Buñuel (cineasta)

Alfred Hitchcock (cineasta)

Pedro Almodóvar (cineasta)

Sophie Calle (fotógrafa)

FUENTE: Agencias.

Escrito en: sexual, sexo, voyeurismo, que,

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