Fotos: Jorge Valenzuela Favela |
El Siglo de Durango
El jueves 4 de diciembre pasado, en el patio del Instituto Municipal del Arte y la Cultura, se presentó el libro “Sucesos y remembranzas de un ferrocarrilero de Durango”, de José Antonio Martínez Ruiz.
Junto al autor estuvieron para comentar su obra René Barbier Galván y Víctor Manuel Velasco, quienes ilustraron a los presentes acerca del contenido y la vocación de la obra, que, además de su aporte histórico, recrea de manera anecdótica sucesos que habla de la vida de los hombres que se entregaron por el desarrollo del ferrocarril en Durango.
“Don José Antonio se ha lanzado a la nada fácil tarea de escribir un libro, para lo cual se ha adentrado en los íntimos talleres en los que trabaja el alma”, comentó René Barbier, quien fue desgranando cada parte de la historia cotidiana de hombres anónimos que cargaron sobre sus hombros una empresa de tal dimensión.
En las palabras del autor es posible encontrar la verdad, que puede ser establecida entre el diálogo sobrenatural y trascendente y lo que hace grande la vida, que está en lo más sencillo, en el acontecer de cada día, visible sólo para quien sabe observar la existencia habitual que se hace todos los días y en todos los lugares.
EN EL VAGÓN
José Antonio Martínez Ruiz es un fiel compartidor de acontecimientos y sabe, mucho más allá de la teoría, que “nada existe por sí mismo, sino por su relación con el espectador”, que él fue durante los casi 60 años en que estuvo “arriba del tren”.
Por ello, su libro es la conciencia viva, es una “balanza del corazón”, donde la vida, que el autor retrata, es la aparición de todas las posibilidades y que se transforma en un tren que viaja por el tiempo. En las páginas de “Sucesos y remembranzas...” se recrea la experiencia de ir en un vagón mirando cómo pasan los sucesos.
Así, las anécdotas de José Antonio ponen al lector frente a la propia historia, pues no se trata sólo de un hombre que se mueve por los rieles, “también los pueblos se desplazan con sus trenes”. Allí está la visión casi religiosa de sufrimientos y alegrías, “de tiempos y destiempos, vigencias y caducidades”. Es posible saber entonces que las cosas bellas lo son por esa armonía insustituible, y tal mérito “no está en la distancia que recorre, sino en el mensaje que transporta”.
Esto es el libro de don José Antonio, “como gusta que le llamen cariñosamente”, que testimonia la confianza de la Revolución Mexicana, que depositó en los ferrocarriles su decidida vocación nacionalista. Con ella, las líneas férreas se convirtieron en un acontecimiento permanente de comunicación y cultura.
“SOMOS EL VIAJE”
José Antonio Martínez Ruiz es un ferrocarrilero, su corazón lo es aún, y es un recopilador de sucesos, además de poeta autodidacta.
La ciudad de Durango lo vio nacer el 19 de abril de 1919, en medio de una de las épocas más ricas de la historia de México, tal vez de ahí su carisma de agudo observador, interpretador y relator, facultad que lo llevó a incursionar en la crónica deportiva en los años cuarenta de la centuria recién pasada, cuando colaboró en El Siglo de Torreón.
Su talento lo hizo ganador del Premio de Literatura en 1977, con un cuento que nació de su alma de contador de memorias y de fantasías. Su vocación de escritor contribuyó a rescatar al hombre oculto “del sombrío drama de su aislamiento”.
Con la sencillez que le caracteriza, José Antonio enseña que “no somos sólo el viajero: somos el viaje mismo, la materia de la pasión que el genio ha depositado”, diría sabiamente René Barbier.
SENCILLEZ
Por su parte, Víctor Martínez Velasco, quien tuvo el mérito de adentrarse en la estructuración de la obra, alabó la “gran sencillez” del lenguaje en las páginas donde el autor narra las vivencias, las anécdotas y la misma historia.
“Sucesos y remembranzas...” debe estar en la bibliografía básica de los jóvenes, dijo el médico veterinario, y es verdad, pues sólo a través del conocimiento de los orígenes se puede apreciar el futuro, y la obra en cuestión está llena de un pasado que mira hacia delante, pues el tren no puede parar.
Llegó la hora de escuchar a José Antonio Martínez Ruiz, y sus palabras dieron el mejor testimonio de sus letras: más sencillo de encontrar sería muy difícil. Agradeció de manera sentida, en verdad, a la maestra Elia María Morelos Favela, directora del IMAC, “muy agradecido le estaré siempre”, dijo, para luego recordar a sus compañeros ferrocarrileros, a quienes también demostró su gratitud.
La Directora respondió visiblemente emocionada y habló de la “fortuna de conocerlo”, pues constató su don de gentes, su caballerosidad; “me llegó a las fibras emotivas”, confesó la maestra.
Agregó, además, que al encontrar a José Antonio Martínez hacían una investigación referente al tema y, gracias a él, supieron que la máquina que está afuera de la Estación, “la que habíamos hecho recorrer por todo el estado, entre los valles y todos los lugares”, nunca salió de aquí: “era una máquina cargadora”, sin embargo, es uno de los iconos más queridos por los duranguenses.
Al terminar sus palabras, un niño integrante de Kicham, vestido a la usanza de los antiguos ferrocarrileros, manifestó el reconocimiento de muchos a través de un ramo de flores.
Víctor Hugo Galván, subdirector del Instituto, reconoció el esfuerzo de Elia María Morelos, debido a que el programa editorial (a través del cual se publican las obras de escritores locales) había cerrado ya. La maestra se dio a la tarea de buscar los apoyos, y el resultado es la obra testimonial del poeta ferrocarrilero.
“PITA Y PITA”
José Antonio Martínez Ruiz lleva en el alma el sonido de los rieles, y conduce aún la máquina que guarda en su andar los aconteceres de los hombres que hicieron la historia del tren en Durango.
Con su libro provoca la unión con lo duranguenses de ayer y de siempre, y aclara la procedencia y la identidad, a través de “los trenes interiores de la buena fe”, pues “mientras la vida pase, la locomotora del ferrocarril seguirá pita y pita”.
RELACIONADA / VILLA
Llegó el “Centauro del Norte”
El general Francisco Villa también cruzó los patios de operación de los ferrocarriles en Durango.
Serían las 11 de la mañana del día 22 de enero de 1976, cuando se escucharon los silbidos de una locomotora que venía del rumbo del Parque Guadiana y los trabajadores salimos intrigados a los andenes de la estación, grande fue nuestra sorpresa al ver al Gral. Francisco Villa montado a caballo dirigiéndose al Oriente.
Se trataba de una gran estatua ecuestre del general debidamente asegurada en una plataforma, deteniéndose la máquina que la arrastraba unos instantes entre la vieja y la actual estación, dejándose escuchar los aplausos y vivas de los viejos ferrocarrileros...
Entre los espectadores hubo algunos que derramaron lágrimas de emoción (...) alguien entonó el corrido “Siete Leguas”, recordándonos a Villa montado con gallardía su caballo... (Fragmento de Cuando Villa cruzó los patios del ferrocarril, “Sucesos y remembranzas...”, pp. 31-33).
FICHA TÉCNICA
-“Sucesos y remembranzas de un ferrocarrilero de Durango”
-AUTOR: José Antonio Martínez Ruiz
-NACIÓ: 19 de abril de 1919
-ESTUDIÓ: En el Colegio McDonell; primaria, comercio y preparatoria en el Instituto Juárez (UJED)
-INGRESA AL FC: Como oficinista extra el 16 de diciembre de 1935
-JUBILACIÓN: El 1 de junio de 1995
-PRESENTACIÓN: Jueves 4 de diciembre, en el IMAC