El 22 de agosto pasado, Enzo Faletto dejó de existir. Es probable que su nombre, para muchos, no signifique nada más que eso: un nombre. Para otros representa el de un pensador inigualable. Chileno de raíces italianas, oriundo del barrio de Ñuñoa de la capital santiaguina, Enzo se distinguió siempre por su vertiginosa generación de ideas. Sin riesgo de errar, él es uno de los pilares de la sociología contemporánea de América Latina y de las ciencias sociales de la región. Junto con Fernando Henrique Cardoso, hasta hace poco presidente de Brasil, escribió en 1966 ?Dependencia y desarrollo en América Latina? (Siglo XXI, 1969), texto que se convirtió en referencia obligada para pensar e interpretar el desarrollo social y político de esta parte del mundo. Los 60s y 70s fueron años difíciles. Los militares y demás cuerpos represivos merodeaban el quehacer intelectual. El propio Cardoso vivía exiliado en Chile, cuando se escribió el mencionado libro, pues la dictadura brasileña lo había echado del terruño. En 1973, el cruento golpe militar encabezado por Pinochet derrocó a Salvador Allende, el primer presidente socialista electo en América Latina. En este medio, en esta época y pese a todo, Cardoso y Faletto influían en el pensamiento de toda una generación de académicos, intelectuales y políticos. Una parte de esa dupla se ha extinguido y, con gran pena, hay que decir que un enorme hueco ha dejado su partida.
Enzo escribió poco y pensó mucho. En México no habría sido admitido en el Sistema Nacional de Investigadores. Su coautoría con Cardoso, más unos pocos escritos, le hubieran resultado insuficientes para lograrlo. Sin embargo, su inteligencia verbal de inmediato lo distinguía en cualquier grupo, en cualquier circunstancia, ante cualquier adversidad. Por eso su trascendencia: su huella y su herencia se trazan por el sendero de la generación de ideas. Nunca dudó de salir de Chile, después del golpe de Pinochet que, por cierto, lo sorprendió en México.
Prefirió vivir en su país, con todos los riesgos que conllevaba, y ser testigo de la ruptura histórica que el régimen de Pinochet asestó a los chilenos.
Enzo perteneció a la primera generación de estudiantes (1958-1959) de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), organismo creado en 1957 por la UNESCO y cuya sede se encontraba en Santiago de Chile. Ahí se encontró con el director de la misma, otra de las grandes figuras de las ciencias sociales de la región: José Medina Echavarría (1903-1977). Medina, como tantos, vivió las penalidades de una dictadura, la de Francisco Franco, fuera de su patria: primero en México, donde fue profesor de El Colegio de México, después en la Universidad de Puerto Rico y a partir de 1952 en Santiago de Chile, donde fue invitado a integrarse a la recién creada Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Con el tiempo, llegaría a ser el director de la División de Programación del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), donde decenas de latinoamericanos eran formados en la disciplina económica. Raúl Prebisch, Víctor Urquidi, Celso Furtado, Aníbal Pinto, por mencionar unos cuantos, eran algunos de sus colegas. Como director y profesor de la Flacso, Medina quedó impresionado por el talento de Faletto. No dudó en llevarlo al ILPES, cuando Enzo concluyó sus estudios de maestría en 1959 y, al poco tiempo, ya era uno de sus colaboradores más cercanos.
La CEPAL de aquella época (50s, 60s) tenía una fuerte orientación ?economicista?. Medina y Faletto fueron de los primeros estudiosos en incursionar en ?la interpretación sociológica?, para entender con mayor profundidad fenómenos como la acelerada urbanización que la región experimentaba, la industrialización sobre la base de la sustitución de importaciones, la particularidad de los regímenes políticos, etcétera. Entre 1960 y 1962 escribieron lo que vendría a ser una de las primeras aportaciones a la naciente sociología latinoamericana: ?El desarrollo social de América Latina en la postguerra? (Buenos Aires, Solar/Hachette, 1963). Fue una especie de acta de independencia respecto de la sociología norteamericana que, en esa época, predominaba en la enseñanza y en la poca investigación que se hacía. En este trabajo, la dimensión social y política, relacionada con los factores económicos, proyectaban un análisis distinto al que hasta ese entonces se hacía.
Reconocido por Medina, y aceptado por todos, ese joven de 26-27 años de edad fue crucial para impulsar el genuino pensamiento latinoamericano. Si se lee ese libro, la pluma es de Medina. Si se vuelve a leer, el pensamiento es de ambos. En 1963, Medina escribió otro trabajo fundamental: ?Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico de América Latina? (CEPAL, 1963), pero sin la ayuda de Enzo, tal vez porque éste, entre sus gustos, disfrutaba más de la conversación con sus amigos, con un buen vino y muchos cigarros. Le rehuía a las presiones aunque no a las obligaciones. Baste decir que cuando había que cumplir con un plazo, él era el primero en hacerlo. Antes de llegar a la treintena, Enzo era ya uno de los pivotes del ILPES y uno de los soportes de Medina.
América Latina, pese a los buenos augurios académicos, era un campo fértil para las crisis económicas, las asonadas militares y los gobiernos autoritarios. Por lo mismo llegó a Chile, un islote democrático en ese entonces, el joven sociólogo brasileño Fernando Cardoso, allá por 1964. Unos meses después, Cardoso empezó a circular la primera versión de un documento titulado ?El proceso de desarrollo en América Latina: Hipótesis para una interpretación sociológica? (ILPES,1965). El trabajo se nutría, en buena medida, de lo que Medina y Faletto habían expuesto en los trabajos antes citados. Sin embargo, el impacto que tuvo este documento fue enorme, pues su enfoque tenía como base el análisis integrado de los procesos de desarrollo económico y cambio social en la región, sin dejar de considerar los aspectos políticos.
Al poco tiempo, en 1966, Faletto empezó a colaborar con Cardoso. Casi todas las tardes de ese año discutieron y escribieron, tuvieron acuerdos y desacuerdos, que culminaron con el nacimiento de ?Dependencia y desarrollo...?. Antes de su publicación por Siglo XXI, el ?mimeo? circuló profusamente, redefiniendo la perspectiva del análisis imperante, ya que buscaba articular el desarrollo capitalista en su relación con la dinámica de los sistemas sociopolíticos de los distintos países de la región. Este libro se contrapuso a otros trabajos de la época, como los de Frank, Rostow, Debray, que no tomaban en cuenta la especificidad de la situación latinoamericana y de sus países, y en cambio privilegiaban una concepción predeterminada de los procesos sociales: cualquier situación podría ser analizada bajo una sola premisa (Francisco Zapata, ?Ideología y política en América Latina?, México, 1990).
Las obras de Germani, Pablo González Casanova, Medina Echavarría, Cardoso, Faletto, publicadas en los años sesenta, sirvieron para cimentar una ciencia social con identidad latinoamericana. Sus contribuciones fueron decisivas para que nosotros pudiéramos investigar sobre bases propias, y no tomando prestada alguna idea generada en realidades diferentes a las nuestras que, con frecuencia, no ayudaban al análisis. Por esto, entre otras cosas, hay que reconocer a Faletto. Por su perspicacia, por su agilidad mental, por su sentido común y hasta por su sentido del humor: ?Cuando mi teoría no encaje con la realidad, peor para la realidad?.
Tuve el privilegio de conocerlo, de tratarlo y de aprenderle. Como ser humano era generoso. Como pensador, incomparable. Un cigarro en la mano y una idea en la cabeza, como si se tratara de una prolongación una cosa de la otra. 20 horas al día. El cigarro lo llevó a su extinción física. Sus ideas, sin embargo, estarán rondando siempre a quien se interese en conocer las interpretación social de esta América Latina. Enzo siguió al pie de la letra un principio del sociólogo argentino Gino Germani: todos tenemos derecho a escribir como máximo 300 páginas.
Escribir más no tiene sentido. Germani no lo cumplió. Enzo sí. Pese a la brevedad de su obra, su legado quedará para siempre. Murió siendo profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, en su querido Santiago.