De que el cine mexicano está repuntando en los últimos años nadie lo puede negar. Mínimo ya se proyectan filmes mucho más interesantes que “¿Dónde quedó la bolita?” con los “trascendentales” integrantes de “Garibaldi”, o “Verano peligroso”, cuya protagonista fue la “consumada actriz” Alejandra Guzmán. Qué decir del desarrollo “actoral” de los herrmanos Almada o las capacidades histriónicas de la respetada y puritana Sasha Montenegro (¡je je je!, perdón por la ironía en este párrafo, pero es que no me aguanté, les juro que no me pude contener).
Sin embargo, si echamos un vistazo a la mayoría de las películas que se han producido recientemente, nos podremos percatar que además de tener en común los roles principales de los Bichir, Gael García, Diego Luna y algunos otros (son el ajonjolí de todos los moles), las cintas reflejan aspectos negativos y polémicos: crímenes, asaltos, violencia, niños de la calle, promiscuidad sexual, infidelidad, por mencionar sólo algunos temas que parecen ser la clave para tener éxito.
Pero ante esta situación surge una preguntita curiosa: Pst, pst... ¿Y la comicidad? ¿No se puede explotar en el séptimo arte? ¿Habrá algún personaje cómico actual capaz de dejar huella en el cine? ¿Se extinguieron?¿Es mejor recordar a los del pasado porque serán el presente y el futuro? Todo parece indicar que sí.
GRANDES CÓMICOS
Aunque la comedia suele ser menospreciada e, incluso, tachada de ingenua y superficial, representa indudablemente uno de los pilares sobre los que se ha construido la cinematografía mexicana. Ya sea como muchachito de barrio, pachuco, norteño, travestido, seductor irresistible, el cómico del cine nacional ha logrado trabajos tales que nadie ha podido llenar el hueco que han dejado y que cada vez se percibe menos.
Los cómicos se han convertido en una curiosa y extraña especie de la que rompieron los moldes. Cómo olvidar los chispazos geniales de personalidades tan extravagantes como Germán Valdez “Tin Tan”, los movimientos epilépticos de Adalberto Martínez “Resortes”, la verbosidad inigualable de Mario Moreno “Cantinflas”, el erotismo reprimido de Joaquín Pardavé o la emotiva gracia del brillante e injustamente olvidado Fernando Soto “Mantequilla”.
Por encima de cualquier sector, rutina teatral, regionalista, radiofónica, carpera o televisiva, más allá de los arquetipos humorísticos tomados de los maestros de la comedia silente (Keaton, Chaplin, Lloyd, Laurel y Hardy), los cómicos del cine mexicano representan un caso único e irrepetible.
Los primeros comediantes importantes surgen a mediados de los treinta: Leopoldo Ortín (“Los enredos de papá, 1938”), Carlos López “Chaflán” (“Los millones de Chaflán”, 1938) y, principalmente Mario Moreno “Cantinflas”, quien debutó en el cine con un pequeño papel en “No te engañes corazón” (1936) de Miguel Contreras Torres.
Tres años después, su filmografía aumentaba a cuatro títulos, entre ellos “Águila o sol” (1937) de Arcady Boytler y “El signo de la muerte” (1939) de Chano Urueta. Aunque sus directores permitieron que el "cómico de la gabardina" hiciera gala de la capacidad de improvisación que lo había convertido en el ídolo del público carpero, ninguno de ellos logró aprovechar su presencia en estas películas. Ése sería el inicio de una prolífica carrera.
Los artistas de esa época han traspasado la frontera de la comedia ranchera para dar el salto al humorismo urbano. Asimismo, han pasado del melodrama al cine de luchadores e, incluso, a los géneros de terror o ciencia-ficción; también han lidiado las etiquetas sociales de la Belle Epoque, la Revolución Mexicana o el destrampe sicodélico de los sesenta.
VARIEDAD DE ESTILOS
De forma paralela a ese humor fresco, Medel conseguía su mejor filme en “La vida inútil de Pito Pérez” (1943), y aparecía en el firmamento de la comicidad nacional la figura regordeta con la eterna “risita” burlona de Joaquín Pardavé.
El actor moldearía con inteligencia el arquetipo del nostálgico lagartijo porfiriano en títulos como “¡Ay que tiempos señor Don Simón!”, “¡Yo bailé con don Porfirio!” y “El gran Makakikus”. Sin embargo, mas allá de la cursilería de ese México de principios de siglo, la genialidad de Pardavé radica en la ambigüedad y la chispa de sus papeles de inmigrantes luchones con tintes melodramáticos que abogaban por la abolición de una creciente xenofobia que imperaba en una gran ciudad, ya se tratara del español Venancio, el comerciante libanés Neguib o el “baisano” Jalil.
Más tarde, entre el afán cómico político de Jesús Martínez “Palillo” y la creciente burocratización del humor “Cantinflesco”, surge la figura insólita del pachuco Germán Valdés “Tin Tan”, sin duda, una de las personalidades más atrayentes de nuestro cine.
Con “Tin Tan” y sus personajes primordialmente urbanos, vendrían dos comediantes muy opuestos entre sí: Antonio Espino “Clavillazo”, quien alcanzó notoriedad en la parodia hitchcockiana “El chismoso de la ventana” (1955), así como el cómico bailarín Adalberto Martínez “Resortes”, cuyos movimientos dejaban con el ojo cuadrado a más de tres y sus ojos saltones e indiscutibles dotes dancísticas lo hicieron brillar en “Confidencias de un ruletero” (1949), “Al son del mambo” (1950) ó “El beisbolista fenómeno” (1951).
Otros cómicos que también surgieron fueron Daniel “Chino” Herrera, “El Chicote”, eterna comparsa en la comedia ranchera y el poco valorado “Mantequilla”. Cómo olvidar a Fernando Soto en “Campeón sin corona”, “Ustedes los ricos” y, sobre todo, “El seminarista”, donde le roba mucho crédito al mismísimo Pedro Infante.
Con ellos, Manolín y Schilinsky, el “menso” y el “abusado”, como respuesta nacional a Laurel y Hardy, “El Gordo y el Flaco”, continuada una década después por el ingenioso Gaspar Enaine “Capulina” y su espigada pareja Marco Antonio Campos “Viruta”, cuyo éxito se debe más bien a la televisión, como sucedería con la pareja de imitadores “Los Polivoces”, dueños de un nuevo estilo de humor en la pantalla chica.
Había quedado muy atrás la llamada Época de Oro y el cine de los sesenta llegaba a una etapa terrible que sirvió para el lanzamiento del cómico norteño “Piporro”, creador de un curioso humor fronterizo en cintas como “El rey del tomate” (1962) y “Los tales por cuales” (1964).
PAULATINOS CAMBIOS
No obstante, cierra la década un nuevo humor de intenciones abiertamente eróticas, protagonizada por el coqueto Mauricio Garcés, quien alternó con monumentales féminas en bikini de aquellos años en cintas como “Fray donjuán”, “24 horas de placer”, “Modisto de señoras”, entre muchas más. Otros cómicos a considerar: Héctor Suárez y su humor explosivo con tendencias al tremendísimo cómicos y moralizante “La grilla” y “El mil usos”.
Alfonso Arau, quien concibió un nuevo estilo crítico en “El águila descalza” (1969) y “Calzoncín inspector” (1973). Y finalmente el humor ingenuo, casi de pastelazo con reboso, representado por la trenzuda “India María”, todo un fenómeno de taquilla, al igual que “Los locos de la risa” y su singular humor en “La risa en vacaciones”, iniciada en los ochenta; una alegoría de decadencia de la comedia nacional, donde proliferan personajes como Rafael Inclán, Alberto Rojas “El Caballo”, Lalo “El Mimo” y Alfonso Zayas, para recordar el humorismo siniestro de aquellos sexenios que cambiaron la historia actual de México.
Lo cierto es que en esta época el cine mexicano carece de personajes cómicos, sí, los tiempos han cambiado, pero eso no significa que la gente carezca de ganas de reír y disfrutar de propuestas innovadoras de humoristas que reflejen alegría con su voz, sus movimientos, su mirada... su ser.
N O T A R E L A C I O N A D A
VIGENTE
“Cantinflas”, estrella cinematográfica
Definitivamente es una de las más originales figuras cómicas del cine de habla castellana, aunque también es famoso el público de otros idiomas, especialmente el inglés. Nació en el Distrito Federal el 12 agosto de 1913.
De familia modesta, su vida económicamente le fue muy difícil, pero fue listo y decidido cuando tuvo que ponerse al frente de su familia. Descubiertas sus aptitudes interpretativas, de una gracia muy especial, ganó sus primeros pesos en esa modalidad popular del espectáculo que es la carpa.
Obtuvo gran éxito por su simpatía y ocurrencias. Pronto fue atraído por el cine, como lo explicara é él: “No es que no lo desease, pero la ‘mera verdá’, pasó que vinieron unos y otros, muchos, seguiditos, para que me animase a probar si servía o no para eso”.
Su guionista preferido fue el español, residente en México, Jaime Salvador y su director Miguel M. Delgado. Colabora en los guiones y deja siempre un amplio margen a sus dotes de improvisación, a su jocosidad espontánea.
Visita repetidamente España: primero en 1946, más tarde en 1957, para doblar en castellano su papel, en el original hablado en inglés, en “La vuelta al mundo en 80 días”; posteriormente en 1964, para formar parte del jurado Internacional del Festival de Cine de San Sebastián. Se le ha comparado con Charlie Chaplin.
Algunas de sus películas más famosas son: “No te engañes corazón”,“Así es mi tierra”, “Águila o sol”, “El signo de la muerte”, “Ahí está el detalle”, “La vuelta al mundo en 80 días”, “Romeo y Julieta”, “El bolero de Raquel”, “El analfabeto”, “El señor doctor”, “El padrecito”, “El circo”, “Soy un prófugo”, entre otras.